miércoles, 5 de noviembre de 2014

"EL DIABLO" QUE NACIÓ EN TENERIFE

Uno, que ha perdido la cuenta de las veces que ha caminado por todas las islas, incluyendo ese otro conjunto insular denominado “(La Graciosa, Montaña Clara, Roque del Este, del Oeste, Alegranza…) Archipiélago Chinijo”, voz conejera que califica lo pequeño, no deja de sorprenderse. Muchos me han preguntado como un halago: ¿tú conoces las islas como nadie? Y siempre mi respuesta suele ser. Entre más las visitas, más te queda por conocer…

Esta retahíla viene a cuento porque desde hace muchos años he vivido, retratado, bailado y me he quemado con el Diablo de Tijarafe, fiesta catalogada como una de las más peligrosas de Canarias y no recuerdo qué lugar, ocupa en el ranking nacional. Esta fiesta se anuncia, como las fiestas de la Virgen de la Candelaria, pero ha traspasado sus fronteras palmeras como “la Verbena del Diablo”. La fecha de celebración es en el mes de septiembre y coinciden con las del Pino, en Gran Canaria.

Las fiestas son un resumen entre el bien y el mal: el bien es la Virgen de la Candela o de Candelaria y el mal, es el mismísimo diablo. Comienza todo con una verbena popular a la que acude numeroso público, que baila animadamente, al ritmo que marcan dos orquestas… a medida que pasa el tiempo un grito cruza el recinto y se susurra: “qué viene, qué viene…” y cuando aparece un monstruo de hierro de unos dos metros danzando y soltando un extraordinario alarde pirotécnico, traído desde el fondo mismo del infierno… el público grita: “sí, sí, sí, el diablo ya está aquí” y durante 20 minutos todos quieren bailar con él, poco a poco el fuego va decreciendo y cuando clarea el día 8 de septiembre, festividad de la Virgen, el diablo huye despavorido buscando refugio en sus dominios: el infierno.

Pero si la fiesta al vivirla y conocer su raíz, tiene un atractivo especial, a mí me enamoró el temperamento de uno de los hombres que encarnó el diablo de Tijarafe: Nicolás Rodríguez, con el que hable en distintas ocasiones y llevaba con orgullo ser el diablo. Él era natural de Tenerife y afincado en Tijarafe. Para él, encarnar al diablo, era la vida… incluso llegó a decirme que en su tumba le gustaría que se escribiera: ¡Aquí, murió el diablo! Enterado de su fallecimiento pasé por el lugar donde reposaba… nadie respetó su última voluntad.

Desde aquí, mi respeto por el cultor y defensor de una de las tradiciones que han sido capaces de resistir el paso del tiempo…

ALFREDO AYALA OJEDA

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