lunes, 24 de octubre de 2016

EL MAL LO TIENE EN LA VISTA

Esta es una historia que escuché, afinando el oído, en la barra de un bar del municipio de Gáldar. La contaba, a voz en grito y con todo lujo de detalles pantomimos, un hombre de avanzada edad que daba la impresión de haber regateado, con dribling cortos, los reveces que le daba la vida en tiempos no muy lejanos...
Así, comenzó el relato: “Él, era un viejo perrero. Tenía pareja fama de entendido y tramposo. Conocía al dedillo el ambiente que se movía. Nunca lo vi dar un paso en falso. Sabía navegar, con repiquetes incluidos, por los intrincados caminos del trueque y las triquiñuelas... Tenía una gran pasión: los poderosos perros de presa canario y los podencos.


Iba siempre, endomingaito, con su chaqueta de hilo, gastada por el uso y tocado con un viejo y descolorido sombrero de fieltro. En la bocamanga de la chaqueta, una franja negra, de luto, que llevó de por vida por el temprano fallecimiento de su joven madre.
Él, se había criado y educado en la universidad de la calle y al decir de la vecindad era mas despierto que el hambre... Su fama de profundo conocedor de perros de la tierra se extendía a lo largo y ancho de toda la isla. Para cualquiera, tener un perro criado y cuidado por Juanito “El Talento”, era un artículo de lujo. Cuando Juanito buscaba el perro adecuado para que cubriera a un hembra joven ya se apresuraban los amigos para apalabrarle los cachorros.
Un día, desde el otro extremo de la isla, se acercó hasta los dominios de Juanito un, llamémosle “cliente” que quiso endulzarle el oído con una rociada de elogios. Pero Juanito, esta de vuelta. Los ojos del cliente se había clavado en un vistoso ejemplar, serio que tan sólo con ojearlo imponía respeto. Juanito, lo atajó: ¿desea algo...?
-Si, vengo desde el sur y me han hablado tanto de sus perros que he venido dispuesto para comprarle uno de sus ejemplares.

¿uno cualquiera...?
No. Quiero ese que tiene una estampa envidiable.
Usted lo quiere para pelearlo?
No, balbuceó el cliente...
Mis perros, respondió Juanito, no los vendo para que peleen. Yo los cuido mucho y, precisamente, ese que quiere yo no lo vendo. Le puedo ofrecer ese otro... Y Juanito, resuelto, le mostró otro ejemplar abardinado, con carácter...
¿ y cual es el mal que tiene este “bicho”?
¡¡ El mal, lo tiene a la vista!!
Convencido el cliente, arrancó con su perro.
Pocos días después regresó el cliente dispuesto a tener unas palabritas de tono subido con Juanito. Venia caliente, encochinao...
Juanito, me engañó usted... El perro que me vendió está ciego. No ve un carajo.
Sereno, pausado, Juanito le dijo. Yo no engaño a nadie. Yo le dije, cuando usted me preguntó: el mal lo tiene a la vista. Que usted no entienda de perros, es otra cosa...

ALFREDO AYALA OJEDA