domingo, 29 de diciembre de 2019

“CONCIERTO DE NAVIDAD”, UN CLÁSICO GOFIÓN.

Hace unos días, con motivo del tradicional concierto de Navidad de Los Gofiones, Televisión Canaria, me invitó a contar algunos aspectos sobre sus más de 50 años de andadura. Bullía en mi cabeza, distintos momentos vividos con esta señera agrupación, pero me apetecía contar aquel sucedido en que tradición (El canto del boyero) y modernidad (la minifalda) caminaron de la mano por el Teatro Pérez Galdós... 

Foto: Los Gofiones

Los recuerdo, en aquella ocasión, en que aunados por Totoyo Millares, se presentaron, oficialmente, en el mismísimo Teatro Pérez Galdós, ante un numeroso público deseoso de escuchar, de verdad, la autenticidad de los cantos de la tierra, casi olvidado por la teatralidad que imprimía la Sección Femenina y Coros y Danzas de España, sobre nuestro folclore. Una presentación que, valgan verdades, no era del agrado de las autoridades porque, en esos tiempos, quien se moviera al margen de lo establecido era culpable de todo, aunque no fuera sospechoso de nada.  

En aquellos momentos en que se presentaban “Los Gofiones”, una prenda, “la minifalda”, estaba de moda. La breve y “pecaminosa” faldita irrumpió con fuerza como símbolo de rebeldía y la mismísima Massiel, tuvo la osadía de lucirla en Eurovisión, cuando triunfó con el tema “La, La, La”. 

Continuaban soplando aires de libertad y la dictadura empezaba a tambalearse. Con un 68 calentito, se presentaban “Los Gofiones”, que además de su repertorio, había convidado a un personaje: Maestro Salvador “el de Abelardo”, que Paco Sánchez, componente fundador del grupo, había invitado, para que hiciera un canto del boyero. Es un canto que ejecuta el campesino en el momento que, con su yunta, prepara el terreno. Esta labor se hace cantando, a palo seco, como queriendo incorporar a los animales a la sociedad para, a la vez que se le canta, combatir la soledad:  

Como mi suegra es tan santa 
dice que yo soy el diablo 
y desde que me ve venir 
coge en las manos el rosario.  

Maestro Salvador, hizo su ensayo y cuando terminó decidió dar una vuelta, por las distintas estancias del teatro. Sus ojos, no daban crédito al ver que la breve prenda de moda, no tapaba las pantorrillas,  se preguntaba para sus adentros ¡coño! ¡Esto es una falta de respeto! ¡Todas enseñando los muslos! ¡¡esto es el fin del mundo...!! 

Murmurando, murmurando, se fue a localizar a Paco Sánchez y, sin pestañear, le dijo: ¡Paco!, ¿Dónde coño me has traído ?... ¡¡¡ Esto es una casa de p... !!!. ¡¡Sácame de aquí!! 

Paco, lo sacó fuera del teatro y poco a poco lo fue calmando. Y llegado el momento de su actuación, recreó la estampa campesina, con el “canto del boyero” que, por cierto, fue premiado con una sonora ovación... Cuando terminó, le dijo a Paco: ¡¡qué fácil es esto...!! Solo he tenido que hacer ante las cámaras, lo mismo que hago en los altos de Gáldar, con mi yunta.  

La presentación de Los Gofiones junto a Maestro Salvador, el de Abelardo, fue, en aquel 68, de muchas voces y prolongados silencios, un primer paso de una larguísima caminata, emprendida hace 50 años con el firme y único propósito de recuperar, conservar y divulgar nuestro folclore. 



Foto: Perico Lino y Alfredo Ayala

Unos años más tarde, en la única televisión que había en nuestro país, intervino Maestro Salvador en el recién creado programa “Tenderete”., junto a Valentina y una jovencita Olga Ramos, que actuaron con el acompañamiento de distintos componentes de “Los Gofiones” como Perico Lino, Paco “El Suave”, Paco Sánchez, Nano Doreste, Roberto Hernández, etc. 

Por todo ello, por su contribución a nuestro folclore, quiero levantar la copa de la gratitud, haciendo un “brindis gofión” para que, entre otros, “un tipo como Perico Lino“, nos hiciera soñar y un inspirado Manolo Melián, convirtiera en himno sentimental, el tema “Gran Canaria”.  

Gracias a Totoyo Millares por la feliz iniciativa y gracias “Gofiones” por defender y cultivar nuestro riquísimo folclore. 

ALFREDO AYALA OJEDA

martes, 24 de diciembre de 2019

¡¡CÓMO HAN CAMBIADO LOS TIEMPOS!!

Siempre, siempre, cuando se avecinan las Pascuas, Fin de año y Reyes, me viene a la memoria momentos vividos junto a mi madre. Ella, era como el coche escoba de las competiciones deportivas. Iba con poco. Bastaba que le tocaran en la puerta para franquearle la entrada y ofrecer cuanto tenía a su alcance. Mi madre, tenía su método de conducta con quienes repetidamente tocaban a la puerta o descolgaban el gancho: “yo cubro una necesidad, pero nunca costeo un vicio” 

Nosotros, los siete hermanos, tuvimos cuidadoras. No era contratadas, no. Solo eran amistades del “tropezón”, como calificaba mi madre, al encuentro casual en el momento que iba, a la iglesia del Risco de San Nicolás, a por el hilo de San Blas, protector del cuido de la garganta... En una de sus recaladas a la pequeña ermita, conoció a Rosalía y, después, la fuimos conociendo el resto de la familia. Rosalía, tenía una abundante melena “revuelta en color” que sometía al orden sujetándola con un desgastado elástico que le permitía formar una espléndida cola de caballo. Rosalía, tendría sobre los sesenta años. Era una mujer moderna para los tiempos que corrían. Vestida con un “traje saco” con un amplio bolsillo, que le servía para guardar una llamativa cajita, de polvos de rapé y un monedero. 

Cada mañana, con la fresquita y resguardada con una pañoleta, Rosalía salía de su casa, en el Risco de San Nicolás, atravesaba la calle Guerra del Río, enfilaba el Paseo de Chil y a la altura del Estadio Insular, cruzaba las arenas y se plantaba en la puerta de mi casa. Se sacudía los pies, golpeaba sus alpargatas contra el suelo, para eliminar la rubia arena y en la tiendita próxima, compraba su cuartita de vino... 

Mi madre, la esperaba con los granos del café del “paletú”, el molinillo dispuesto y la cafetera de calcetín, preparadita. Mientras hacía los preparativos , ellas pegaban la hebra. Tras tomarse el buchito de café, Rosalía agarraba la escoba y empezaba a barrer, desde la puerta de la calle, hasta el fondo de la cocina... Cuando terminaba, preparaba una tacita, le ponía unas cucharaditas de gofio y detrás un tanganazo de vino... Con cuchara de aluminio, le daba vueltas y más vueltas, hasta hacer una “rala” que, según ella, sabía a pastillitas... 

Años estuvo haciendo y deshaciendo el mismo trajín. Un día, las fuerzas la abandonaron y mi madre, cada vez que tenía un hueco, me pedía que la llevara para visitarla... 

Policarpo, el “amañao”, era otra de las visitas que frecuentaba mi casa. Policarpo era parco en el decir y extenso en el hacer. Sabía de todo; cañerías, cables, electrodomésticos, albear, albañilería. Era pequeñito y flaco, como un podenco... Nunca se quitó su viejo sobrero. Mi madre, cuando había alguna avería que requería la visita de Policarpo me decía, Alfredito, vete y avísalo y yo atravesaba aquellos arenales que separaba a mi barrio, La Alcaravaneras, con Guanarteme. 
Policarpo, desde que le pasaba el aviso, venía "eslapao". Él pasaba sus necesidades, pero en mi casa, en los momentos a los que me refiero, lujos no, pero frutas, carne y pescao salao, pues sí. 
Pegadito a la cocina, había una breve despensa. Allí colgaba un racimo de plátanos y allí, precisamente, era donde Policarpo hacía sus arreglos. Empataba unos cables y se "jincaba" un plátano... Cuando terminaba, decía: “Doña Solita, ya la plancha la probé y funciona. Se me ha quedado un cable por fuera, pero lo importante es que planche. Así que tenga cuidadito al usarla, no sea que le vaya a dar un calambrazo”... 
Policarpo, ¿cuánto es...?, decía mi madre... 
Nada Solita, no es nada... pero si me gustaría que me diera un poco de pescao salao -un cacho de cherne o una vieja seca- y unas papitas y estamos en paz. 
Mi madre le preparaba su pedido y salía de mi casa, más contento que unas pascuas. 

Otro caso era el de Solita, una mujer repetidamente golpeada por la vida. Era muy amiga de mi madre. Solita, vivía casi pegado al Estadio Insular. Allí, en una amplia casa terrera, tenía en la entrada su taller de costura. Ella, decía mi madre, “cosía para la calle”. Así con ese trabajito, haciendo arreglos de la mañana a la noche, fue sacando a sus hijos adelante... Una, terminó magisterio, el varón, montó un taller de mecánica, la mayor, quedó ayudándola en sus trabajos de Corte y Confección y la última de las hembras, terminó enfermería. 
Ella, Solita, sin más ayuda que su trabajo, fue sorteando las embestidas de la vida. Su marido, se fue a Venezuela en busca del dorado y nunca regresó. Solita era una mujer sufrida. El varón, Chano, en Ciudad Jardín, mientras caminaba por una de las estrechas aceras, un perro le ladró. Se asustó, pisó el filo de la acera y cayó a la carretera, con tanta mala fortuna que una furgoneta, le dio un tremendo golpe en la cabeza, que lo tuvo debatiendo entre la vida y la muerte... La más pequeña, ya situada y con un buen empleo, un día decidió suicidarse y consiguió su propósito. 
Mi madre y Solita, seguían frecuentándose y ayudándose. Mi madre, en ocasiones la ayudaba en los arreglos de costura o les preparaba algo de comer, mientras, Solita y su hija, se apresuraban para cumplir con los encargos. Eran como una piña. 
Recuerdo que mi madre, le hacía unos dibujos, para que adornara algunos vestidos de las niñas. 
Pero lo que más me quedó grabado, es que la casa de Solita, repetidamente golpeada con dureza, nunca faltó esa lucha por superar la adversidad. 

Hoy, cierto es que cuando se acercan estas fiestas me gusta tirar la vista atrás y recordar algunos momentos vividos con mi madre. Historias que bien darían para escribir, un buen libro. 

Los tiempos han cambiado pero mis recuerdos, no. 

ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 19 de diciembre de 2019

SOLSTICIO DE INVIERNO EN LA GUANCHA

Mis abuelos maternos eran de Gáldar, pero en ese tiempo de éxodo de las labores campesinas, se trasladaron a Las Palmas. Tenían su dinerillo y vivieron, digamos, espléndidamente. No en la abundancia, porque en aquellos tiempos de cachetón y tentetieso era difícil. Los chivatazos, las envidias y las persecuciones, era casi el pan nuestro de cada día. 

Mi abuela, doña Felisa Ojeda, dicharachera y cercana, siempre me contó distintas historias que desembocaba en la costa, concretamente de Bocabarranco y en la Guancha. Pero yo estaba muy “tiernito” y no tenía el bicarbonato necesario, para hacer la digestión de sus historias.... 

Andando el tiempo, con Lydia, he recorrido toda esa zona. Me contaba que ella tenía familia en la zona del Agujero y que pasaba ahí largas temporadas, de verano. Chica ella, jugaba a las “casitas”, entre las piedras y huesos del patrimonio arqueológico, de la necrópolis de la Guancha, en El Agujero, en la zona costera del municipio de Gáldar. Otros, en tertulia me comentaban que en esta valiosa zona, hacían prácticas de conducción porque era un lugar apartado y lejano a la mirada de curiosos y los molestos guardias de la época. 

Hoy, echando la vista atrás, duele que estas reliquias históricas despertaran la atención de todos a raíz de un pacifica movilización de la sociedad que concentraron en señal de protesta, a más de dos mil personas con la genérica leyenda de "Salvar La Guancha". Era momentos difíciles, los que se vivían en aquella época. Tiempos de muchos ruidos y prolongados silencios. Tiempos en que prohibir, era tanto como gobernar. Tiempos, en que Franco acababa de expirar y se esperaba un cambio social. Señalan las crónicas que 1976, cuando ente otros Antonio Rodríguez y Javier Quesada, Pepe Dámaso, Tony Gallardo, Celso Martín de Guzmán, Martín Chirino, Jane Millares, se pusieron el pantalón de brega para remediar el olvido y el despropósito de años. Merecía la pena intentarlo, porque la riqueza del yacimiento no solo estriba en la existencia de construcciones funerarias, sino también habitacionales y de culto. Han pasado más de 40 años y todavía, cuando me voy a remojar el esqueleto en las piscinas naturales del Agujero, observo que solo se ha conseguido algo más que vallar los distintos espacios y ponerles alguna leyenda. 

Creo, según me comentaron que el Cabildo y el Ayuntamiento, están en el empeño de poner en orden, este valioso patrimonio arqueológico. 

Pero, como los pobres del agua hacen caldo, me seguiré conformando con la llegada del día 21 de diciembre, (solsticio de invierno). Fecha señalada en la cultura aborigen porque es con los primeros rayos de sol, que desde la montaña de Agaldar, iluminan el túmulo real, lugar donde algunos estudiosos ubican el enterramiento de los Guanartemes. 

ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 15 de diciembre de 2019

LUTO EN "LA TRAÍDA DEL AGUA"

Hoy, todos cuantos amamos nuestras islas y disfrutamos de sus costumbres y tradiciones, estamos entristecidos por la pérdida de Juan Peñate, maestro de profesión y creador de la popular "Traída del Agua", de Lomo Magullo (Telde). Un festejo creado en 1.968, para engrandecer la festividad de nuestra señora la Virgen las Nieves. 

El equipo de Senderos Isleños, después de disponer de la documentación precisa acudió, a comienzos de los años 90, del pasado siglo para grabar, vivir y disfrutar del festejo... Recuerdo con gran cariño, como nos atendió don Juan Peñate, que en su declaración de intenciones, de la "Traida del Agua", nos dijo: 

"Todos sabemos que la carencia del agua, era el motivo para que los aborígenes imploraran al dios Alcorac. Y en Lomo Magullo, inspirado en ese rito, de que rociaban con leche y miel, el almogaren, pensé que podía nacer un acto nuevo, para conmemorar las bodas de plata de las fiestas. Efectivamente hay una similitud, hay una semejanza, entre "La Traída del Agua" y ese rito aborigen: La leche y miel es sustituida por el agua, el almogaren está sustituido por el templo parroquia, de Lomo Magullo. Y el griterío de los participantes, pueden tener semejanza con las rogativas mirando al cielo de los aborigen, implorando el agua..."
Con que dulzura, mientras las lavanderas blanqueaban sus ropas en la acequia, entonaron el estribillo de La Traída del Agua.... 
"En la traída del agua 
 cuando iba por la presa 
 Yo te mojé el zagalejo 
 a ver si así te refrescas"

Así que cuando el 68, un reducido grupo de voluntariosos vecinos iniciaron este festejo, solo disponían de una tinaja y quizás, más voluntad que acierto, pero andando el tiempo la Traída del Agua, ha alcanzado la mayoría de edad y hoy goza de un buen ganado prestigio dentro y fuera del Archipiélago.

Descansa en Paz amigo Juan.

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 20 de noviembre de 2019

“PANCHILLO”, LUCHADOR DE RAZA

Él, no era un hombre corpulento. Tampoco, un luchador que se plantara en el terrero y decidiera una luchada. Él, simplemente, era un novio de la Lucha Canaria a la que amó y se entregó de cuerpo y alma, hasta los últimos momentos de su existencia... Nunca lo encontré en baja forma y se tomaba los entrenos, con mucha seriedad. Era, de corta estatura, valiente, con corazón de gallo de riña, que se empleaba en el terrero dispuesto a derribar a sus rivales, aunque en la hora de la verdad su deseo no se convirtiera en realidad... Pero justo es reconocer que era un luchador eléctrico, con jiribilla, inquieto, que desde que oía el pito o la voz de ¡YA!, era como si le dieran cuerda. “Para mí la lucha, amigo Ayala, es arriba o abajo. Estudiar al contrario se hace en los blandeos, en los entrenos. A la hora de la verdad, cuando llega el momento del enfrentamiento solo entiendo atacar, armar luchas y dar espectáculo”.


En su época de esplendor, la Federación Española de Lucha, estaba situada en mi casa, en Las Alcaravaneras, en la calle Blasco Ibáñez, 45. Por ella, recalaban árbitros, presidentes de clubes, luchadores y directivos. Allí, conocí a muchísimos luchadores. Y allí, claro estreché amistad con Francisco Caballero “Panchillo”. 


También, como mi padre tenía una imprenta, frente mismo al cine Cairasco, en el barrio de San Nicolás, me resultaba cómodo acudir a los entrenos del Club de luchas Vencedor. En el mismito laboratorio del club rojillo, recibí algunas lecciones del campeonísimo Alfredo Martín “El Palmero”... El Vencedor, tenía un equipo parejo y con buenísimos luchadores en sus filas: Alfredo Martín, Orlando Sánchez, Pollo de San Nicolas, Pollo de los Reyes, el Pollo de la Hoyeta, los hermanos Coruña, Pepe Quintana, “Panchillo” y otros muchos. 

Yo disfrutaba muchísimo, con aquellos choques entre iguales. Ver a Panchillo, siempre armando lucha, probando distintas mañas, según el adversario, era gratificante... 

Le recordé, la última vez que lo vi, en el Paseo de San José, aquellos enfrentamientos con otro artista El Pollo de Sardina o con los bravos hermanos Reyes, Bartolo Correa, Mendoza, la dinastía de los Calabazas, Tarzán, Carlitos Cabrera. Había, en esa época, un amplio semillero de luchadores, que no decidían los encuentros, pero que con su honradez sobre el terreno, despertaba interés entre los aficionados... Me desplacé hasta el populoso barrio de San José, para ver si Panchillo tenía algún pantalón de “mano metida” para el documental etnográfico “Sobre la Lucha Canaria”, de la serie de TVE “Senderos Isleños”... Él, puso toda la voluntad en atenderme y me remitió al hijo de Juanito Mujica y al nieto del Faro de Maspalomas. 

Al despedirnos quedamos para vernos y recordar viejos tiempos, pero desgraciadamente, nosotros proponemos y Dios dispone. 

Se nos ha ido un amigo. Otro más, que se distinguió por su caballerosidad y entrega a nuestro deporte plástico: La Lucha Canaria. 

Descansa en paz amigo... 

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 21 de septiembre de 2019

ANTONIO CARDONA, DEFENSOR Y DIVULGADOR DE LO NUESTRO

Yo conocí a Antonio Cardona, hace un montón de años. Transitábamos los mismos caminos y nos despertaba los más hondos sentimientos... un podenco, un levantamiento de arado, una paloma buchona, un pájaro canario o una pelea de carneros, que con el tiempo se fue suavizando hasta convertirse en “encuentro de carneros”. 
Antonio, y él lo sabía, siempre lo tuve en alta estima. Recuerdo que para los programas de Televisión Española “Senderos isleños”, lo ocupé en el barranco de Gáldar para que ordenara y pusiera en valor, un encuentro de Carneros. Era para las fiestas de San Isidro y ya aquellas peleas que se celebraban en distintos pueblos de las islas, había decaído y hasta estuvieron prohibidas, junto con las Peleas de Perros y riñas de gallos. 
Antonio, era un profundo conocedor de nuestras tradiciones. Se entregaba a ellas sin desmayo. Un día, cuando ideé un programa folclórico para televisión canaria, llamado La Bodega de Julián, lo cité. Amigo Antonio, le dije: tengo la intención de darte unos minutos para que abordes, distintos aspectos isleños. Así que, en medio de música de la tierra, puedo distraer unos momentos para que tú, organices tu espacio.  Y Antonio, claro... No esperó a que terminara... ¿cuando empezamos? 

Y empezó su andadura en la Bodega de Julián: primero las palomas buchonas, una de nuestras joyas; después los poderosos perros de presas; la vaca de la tierra, Podencos, Lobo herreño, Pájaros de posturas... y hasta “Las cabañuelas”. Antonio, era un estudioso de lo nuestro... 

Hoy, no existe ni “La bodega de Julián”, ni el Amigo Antonio Cardona, pero nos quedan sus libros y el recuerdo de quien sin hacer ruido, estuvo con nosotros defendiendo nuestras costumbres y tradiciones, hasta que en estos días, las fuerzas le abandonaron... 

Allá donde estés, mis respetos. 

ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 2 de septiembre de 2019

A DOMINGO RODRÍGUEZ RIVERO, "EL HURÓN"

Ayer, sin más, recibí una mala noticia. Seca... escueta. Valgan verdades, me dolió en lo más profundo de mi alma. La noticia, procedía de la isla de La Gomera: “Domingo Rodríguez, popularmente conocido como “El Hurón”, había fallecido, a los 94 años... 

Recuerdo perfectamente, aquella tarde noche en que lo conocí, de la mano de mi amigo Antonio Acosta “El Puncha”, quien atendiendo una petición que le hice, para que me localizara solistas en la isla de La Gomera, me presentó a un señor, bajito, huesudo, trajeado y tocado con un sombrero gastadillo por el paso de los años y el uso. Era, Dominguito Rodríguez Rivero. Llegaba con una sonrisa de oreja a oreja, "privao" su juicio, endomingadito, picando unos 80 años, pleno de energía y desbordando alegría. … 

A la vuelta de cada desplazamiento, el Puncha, me soplaba un nombre... Una vez, me dijo ahí te va otro buen ejemplar: Cecilio Aguilar. Te puedo decir que es un todo terreno: folías, malagueñas, isas y, además, tiene buenas dotes para una porfía de polcas piconas o de dos rombos... No se equivocó el amigo Puncha, Cecilio, era un puntal y por ello, en repetidas ocasiones lo invité a participar en “La Bodega de Julián”... También memorizo aquella ocasión que, en el mismo corazón de la capital gomera, coincidieron, con motivo de las fiestas lustrales del 2005, Domingo Rodríguez y Cecilio Aguilar.  Pero también Dominguito participó en otras Bodegas de Julián, que se celebraron en Gran Canaria, en el Real Club Victoria y enTegueste, Tenerife. 

Foto: Alfredo Ayala y Domingo "El Hurón"

Domingo, era, y se lo dije, de otra "echaúra". Tenía temple, estilo inconfundible y era un amigo de ley. Otras veces, en su isla coincidimos. Siempre estuvo cercano. Era lo que había aprendido de sus padres y era lo que transmitía... Pero ayer, como decía el inolvidable Juan Quintana “El Claca”, se le acabó el vivir... Se apagó su voz y se perdió un valioso archivo. 

El sepelio en Playa de Santiago, fue como un homenaje. No faltó la música de la tierra y las folias al recuerdo, lo acompañaron. 

Decía el poeta: ¡¡que solos, se quedan los muertos...!!  Pero tú, no. Tu estarás siempre acompañadito, armando la parranda en el paraíso... 

Descansa en paz querido amigo. 

ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 8 de julio de 2019

VALENTÍN GUANCHE, HASTA SIEMPRE AMIGO

Hace muchos años, cuando se retomó el programa Tenderete tras diez años de ausencia, Nanino, Juan Martínez, y yo nos dispusimos a realizar distintas localizaciones de intérpretes por diferentes partes del Archipiélago. Teníamos muchísima ilusión, en volver a poner en marcha el emblemático programa. Había cambios. Cambios sustanciales. Antes, del 71 al 73 se emitía y grababa en blanco y negro y ahora (1.983) acababa de llegar el color, nuevas dotaciones de microfonía y un plató que colmaba las exigencias del equipo. Aquí, podíamos ensayar sin molestar a nadie. Teníamos unas amplias oficinas, comedor para atender invitados y una amplia zona de aparcamientos. Nos valía que en esa época la Feria del Atlántico estaba pasando un momento delicado y aquellas naves estaban, por esos momentos, a nuestra entera disposición. Había que hacer obras pero eran escasas... Se diseñó un decorado, con la impagable colaboración de Pepe Dámaso. Fue el mayor decorado de la historia de la tele en las islas y en esa simulación de un traspatio canario, había que meter tres palmeras de yeso que tuvieran apariencia de realidad, encargar mesas, sillas, etc.  

En una de esas recaladas saboreamos unos vinos en Arafo, cuando irrumpió en el barcito el amigo Valentín Guanche. Nos conocíamos desde hacía tiempito y el abrazo fue enorme. Nos sentamos y compartimos mesa y mantel. Valentín, ya sabía del movimiento que había en torno a la vuelta de Tenderete y se ofreció gustoso. ¡Coño si yo estuviera en Las Palmas, les echaría una mano!... 

Valentín estaba dedicado a la construcción y siempre con nosotros y con el programa, tuvo la mano tendida. No te preocupes Valentín. Tu prepárate para "jincarte" unas folías o lo que quieras. Incluso, una ranchera... Risas. 

Y así fue. Valentín siempre estuvo en nuestra consideración. Murió Nanino, pero yo le seguí brindando todo el cariño del que dispongo. Unas veces de solista, otras con el grupo Medianías de San Andrés o con su grupo mejicano. 

Valentín siempre estuvo dispuesto. Unas veces, me sorprendía diciéndome, vi un solista en Teno, que aquí tengo el teléfono para que lo invites. Valentín, vivía y sentía el folclore en toda su amplitud. 

Al tiempo yo cambié de aires. Pasé de Televisión Española a Televisión Canaria y como siempre vinculado al folclore. Y allí, como un solo hombre, estuvo Valentín Guanche.  

Un día, en la Bodega de Julián, cumplía años la productora del programa y coincidía con la actuación de Valentín Guanche y su grupo mejicano. Le dije que le dedicara uno de los temas y Valentín gustoso, se arrancó, le brindó el tema y la tocó con el sombrero de charro. Así era Valentín. 

En otra ocasión, quise montar en Fuerteventura, un programa donde las polcas tuviera mucha presencia. Para ello, invité de distintas islas, a numerosos solistas entre ellos Valentín. El programa fue muy sonado y después de la emisión todavía continua en Youtube donde ha superado el millón de visitas. 

Hoy, enterado de su reciente fallecimiento, haciendo de tripas corazón, no me queda más que recordar los felices momentos vividos y conservar el grato recuerdo de un amigo de verdad y todo un puntal referencial de nuestro folclore. 

Descansa en paz querido amigo.  

ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 7 de julio de 2019

APUNTES SOBRE TRADICIONES EN LA VÍSPERA DE SAN JUAN

Tengo, qué quieren que les diga, una deuda contraída con los Yerberos. Todo empezó, cuando en cierta mañana, en el Caidero de Gáldar, conocí a una familia , que cultivaba y recogía distintas hierbas medicinales. Por ese entonces, alguna que otra tarde, pasaba por su casa-cueva y me largaban una tremenda retahíla de nombres y propiedades, de distintas hierbas beneficiosas para la salud.  Algunas, me comentaba, las cultivaba en sus huertitos. Les encantaban darme explicaciones, sobre las hierbas y las enriquecían  con distintos dichos que había aprendido de sus padres por transmisión oral o en contactos con otros yerberos.  Ella, parlanchina, encantadora, superaba los setenta años, pero su vitalidad era tremenda... A cada momento, soltaba una de esas frases... “Esto es Sándalo y con Sándalo, miel y limón, se ayuda el corazón”... y tras soltar la frase, se quedaba feliz y contenta... Una de esas tardes, le conté que yo era diabético y que por todos los lugares que recalaba todos me soltaba el remedio yerbero para curar la diabetes: 


Tómese agüita de Pamplina... Hágase un zumo de Pepino... ¿Ha probado los tunos indios o la Pita Zábila?  
No. Me respondió con rotundidad... Hágame caso... y me soltó el dicho:  “Hierbas amargas, la vida alargan.”  

Al tiempo, recordaba a otro yerbero de respeto: Enriquito Cáceres, de Gáldar él. Con el que recorrí el lecho de los barrancos, las crestas de la montaña y numerosas veredas y camino. También, en Radio Drago, fui testigo ocasional de la sabiduría de este tremendo personaje que atendía en directo a cuantos vecinos solicitaban información sobre remedios. 

Recuerdo como ahora mismo, la víspera del día de San Juan. Previamente, habíamos concertado una cita y desde muy temprano, nos pusimos en marcha en busca de distintas plantas medicinales.  Pronto, el libro de sus saberes se puso en marcha: “Este es un Oroval. Es una planta muy valiosa. Tanto que lo dice su nombre Oro-Vale...  


Empezaba a despuntar el día... “En estas primeras horas, me contaba Enriquito, las hierbas con el sereno caído durante la noche, enriquece sus propiedades medicinales... Dicen – me añadió- que existe la creencia que las hierbas recogidas en esta corta noche del año, como el hinojo, ruda, valeriana, menta, logran buenos efectos en temas de quereres y amores... Se dice sobre el hinojo: “Quien ve el hinojo y no come de él, muere de amores y no sabe de qué”... También sobre la ruda “En casa donde hay ruda, no muere criatura” o este otro “En casa donde hay ruda, Dios te ayuda” y existe hasta uno combinado: “Hinojo y ruda, hacen la vista más aguda”... También sobre la menta: “Tomar menta, el amor aumenta”. 

Dicta la tradición que la víspera de San Juan nos invita a romper con lo viejo, con el mal de amores. Es tiempo de renovación. Para ello, dos elementos juegan un papel principal: agua y fuego. El fuego purificador que destruye y consume el pasado... Después, el agua a través del beneficioso rocío, es quien termina con la acción y efecto de devolver al cuerpo y alma la limpieza total. 

También, esos efectos sanadores se efectuaban en la última quincena del mes de junio. En esas fechas una o varias cabras se apartaba del ganado y sólo se les permitía alimentarse de las hierbas de la zona. No recibían otra alimentación, ni un puño de millo, ni otro preparado. Así, cada día se iba ordeñando y almacenando la leche hasta que llegado el momento la leche se metía en un odre y se mecía hasta lograr una especie de grasa compacta que servía para aliviar dolores estomacales. La leche que daban estas cabras estaban enriquecida con los beneficios propios de las propiedades de las hierbas en esta época del año. 

Exactamente ocurre lo propio con las olas del mar, que vienen cargadas de efectos fertilizadores. Por eso, los baños de los animales en las aguas de nuestras costas purifican y tonifican. 

En fin, la víspera de San Juan, está repleta de distintas tradiciones. Unas acunadas en las islas, desde hace muchísimo tiempo y otras, llegadas desde otras parte del mundo, que han quedado aquí para siempre.   

ALFREDO AYALA OJEDA

viernes, 7 de junio de 2019

”GENERACIONES”, UN “TENDERETE” DE VERDAD.


Tenderete, es tanto de todos cuantos habitamos en las islas, cómo de otros muchos que lo esperan y lo sienten, lo viven y comparten más allá de nuestras fronteras. A mí, con Tenderete, programa al que estuve ligado más de tres décadas, me pasa lo mismo que con nuestra Lucha Canaria. Muchas veces, cuando aparece un luchador excepcional acudimos a las luchadas sabiendo de antemano el resultado. Sin embargo, cuando sale algún gallito y vence al favorito disfrutamos de la gesta y le damos el valor justo a la esencia de la lucha: el chico ante el grande. 


También, retumbaba en mi cabeza, mientras esperaba impaciente el inicio del clásico programa de música popular aquel poema de Manuel Machado titulado: “LA COPLA” 

Hasta que el pueblo las canta, 
las coplas, coplas no son, 
y cuando las canta el pueblo, 
ya nadie sabe el autor. 

Esta copla, aunque su origen es andaluz, suele cantarse en nuestras islas... Es una copla, que encierra hondura y verdad. Tanta verdad como el programa más longevo de TVE, en Canarias: “Tenderete”. 


Me "arrepolliné" en el recibidor, puse el volumen adecuado y los sentidos dispuestos... Pocos intérpretes en el plató... una guitarra de lujo, Juan Pérez Brito, un par de lapas, un timple que en las manos del “Colorao” enamora y mimo exquisito en los componentes. El título, lo decía todo: “Generaciones”... Generaciones que se unían en torno al folclore. Unas generaciones que retomaban los aires de las islas y unos cantadores de hoy, de ayer, de antier... Un Juan Machín, (103 años) "endomingadito", sin florituras, espontáneo fiel al estilo aprendido o heredado de generaciones anteriores... Juan Machín, se echó la camisa por fuera, bailó y cantó sin necesidad de gorgoritos y con su impronta,  demostrando que el folclore, el de verdad, no necesita adornos, ni tampoco estridencias, ni "esperríos", nos erizó los pelos... Fue, valgan verdades, como un regreso a aquellos primeros años de Tenderete, en que se suplía la carencia de medios técnicos con la autenticidad de tocadores y cantadores... 

Pletórico Ciro Corujo, con estilo envidiable, con magisterio, acompañado de su hija Mercedes (9 años), en una sentida y exquisita interpretación del tema “Mazurca para Gáldar” del folclorista galdense, José María Gil... 

O el polifacético barbero, rapsoda, tocador de lapas, timplista, cantante y amigo Antonio Corujo, qué con sus 85 años, continúa metido en estos berenjenales interpretativos. Siempre, relatando las coplas del “Salinero” o sorprendiéndonos con páginas de la constante del isleño: la emigración. 

Y un espléndido ramillete de savia nueva, que se va afianzando: Las hijas del Colorao Ayla y Julia, por su naturalidad. También a la cálida voz de Izan Ortega... o Domingo  "El Cuco" ejerciendo de cantador y repentista. 

Entrañable el verídico  relato de la travesura de unos chiquillos que, en plenas fiestas del pueblo de Tetir, soltaron un burro y que El Colorao, ha aprovechado para convertir la "mataperrería", en una divertida Berlina Majorera... 

Podría seguir escribiendo sobre este programa de Tenderete pero creo que lo mejor, es que si ustedes no lo han disfrutado, que lo busquen en TVE a la carta y localicen el programa emitido el día 2 de Junio de 2019. 

Mis felicitaciones a “Generaciones”, por brindarnos una bocanada de aire fresco cuando todos, sin excepción, parecen empeñados en  cambiar autenticidad por espectáculo. 

Mis felicitaciones a Cipriano, Feluco, Raúl y cía.

ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 21 de abril de 2019

LOS PASTORES SON DE OTRA RAZA

“Cada vez que muere un pastor, desaparece un ganado”, decía Pepe “El de Pavón”, a modo de sentencia... La frase, tan cierta como contundente, me traía el recuerdo otra del gran Atahualpa Yupanqui: “Por qué la tierra será de quien no sabe sembrar...”  Son frases lapidarias de las que poco o nada hemos aprendido... “Arar, sembrar, esperar...”, ahí tienes mi vida toda, diría el profundo lamento del campesino y el agricultor.  

Hace unos días, a comienzos de mes de abril, Pepe Mendoza “el de Pavón”, una de las “razas” de prestigio y consideración en las medianías de Gáldar, volvía, -como todos los años- a su vivienda habitual: Al Cortijo de Pavón. 

Regresaba, acompañado de su familia y ganado, después de una larga estancia en La Cruz de San Antonio. Es el normal movimiento de ganado que, espoleado por la necesidad de ofrecer unos pastos frescos, el pastor efectúa cuando en las tierras próximas a su vivienda habitual, están agotadas... 

Varias son las “razas” que pastorean en la zona: Los Moreno, Los Gil, pero el más numeroso es el Pepe Mendoza, que cuenta con unas 600 aproximadamente.  


Tuve la fortuna relativa, de acompañar y vivir la larga estancia trashumante, de Pepe. En ese periodo que de estancia fuera de sus tierras y propiedades, poco o nada cambia en la vida familiar del pastor... Los niños, se quedan en casa de un familiar para no desatender los estudios... La madre, ordeña, elabora el queso, lo reparte entre los distintos clientes, atiende los temas administrativos y regresa a su vivienda habitual. Día tras día, anda y desanda el camino, unos 40 kilómetros más o menos... Durante esa larga estancia, suelen recibir visitas de otros pastores y familiares que les traen noticias y brindan un deseado acompañamiento... Así, con estas visitas se corre la voz de cuando hay que empezar a la trasquila y se interesan por la salud y la situación económica de otros pastores. El pastor y su mundo, no dejaba de sorprenderme... “Si alguna vez algún pastor pierde su ganado por una desgracia, todos arrimamos el hombro con lo que podemos hasta sacarlo a flote... También ese comportamiento nos acompaña a todos los pastores. Yo, decía Pepe, tengo toda la información precisa sobre cualquier pastor de la isla. Así, cuando se avecina el momento de la trasquila, apalabramos fechas y ponemos en marcha un código de ayuda mutua muy sencillo: “El hoy por ti, mañana por mí”.  Eso nos sirve de vínculo invisible que estrecha lazos entre los pastores... Por acudir a la trasquila, el pastor no recibe ningún tipo de compensación. Solo el agasajo de matar unos corderos y atenderlos con la comida y bebida, que precisen. 


Cuando el pastor deja su vivienda habitual y se establece durante un tiempo en otro punto, debe corresponder al propietario con lo estipulado. Normalmente es unos quesos, algún cordero o leche cruda. 

La última ocasión en que realicé el recorrido de regreso junto a Pepe y su rebaño, caminamos por Las Arbejas, Las Peñas, Pinos de Gáldar, Lomo del Palo, Galeote, Caideros, hasta llegar al Cortijo de Pavón.  

Al regreso, el panorama, claro, era otro muy distinto. Las lluvias habían refrescado las inmediaciones de Pavón y ya se apreciaban las largas orejas del millo y los brotes de alfalfa. Una buena temporada de comida para el ganado,  estaba en proceso. 

El pastor, llego a la conclusión, que solo es rico en esfuerzo, y en problemas. Hacer su trabajo con tantos inconvenientes es un sinvivir. 

Cuando realizas este recorrido junto a los pastores comprendes esas frases lapidarias: “Cada vez que muere un pastor, desaparece un ganado” o aquella otra a la que hacía referencia: “Por qué la tierra será de quien no sabe sembrar”.  

ALFREDO AYALA OJEDA 

sábado, 6 de abril de 2019

“EL CAPI”, SENTIMIENTO AMARILLO

Mi padre, Antonio Ayala, Jefe de deportes del desaparecido periódico “El Eco de Canarias”, había fallecido. Sus amigos y compañeros fotógrafos Julián Hernández, Luis Troya, Félix Urquijo, Momito, etc, lo tenían surtido de toda clase de fotos deportivas para que ilustrara sus publicaciones. Pero allá, por octubre de 1973, mi padre falleció y en casa quedó una amplia colección de fotografías de boxeo, de lucha canaria, lucha libre, Vela Latina, fútbol, natación etc. 

Tras su fallecimiento, dediqué muchísimo tiempo a ordenarlas. Cuidadosamente, las fui colocando en grandes sobres y les fui poniendo un titular. Sabía que tenía en la mano un material valioso y sabía, también, que con el paso del tiempo las fotos van deteriorando y perdiendo calidad. No eran tiempos de ordenadores, ni se esperaban... 

Mi padre, había trabajado en la recopilación de los internacionales canarios y tenía una amplia documentación, así como declaraciones de entrenadores que habían dirigido a la selección española, donde militaron muchos de los futbolistas isleños. El Libro solo faltaba valorarlo y meterlo en imprenta para sacarlo a la venta... Un día, decidí poner en marcha su publicación. Y ese mismo día, con todo el material fotográfico seleccionado y los textos definitivos afinaditos, desapareció... 

Con tal cabreo, una a una, fui poniendo las fotos ordenadas en sobres cerrado y a medida que se me iba haciendo paso fui entregando las fotos a los deportistas. Uno de esos sobres era para Ernesto Aparicio Betancor, que vivía en el mismo barrio de Las Alcaravaneras... Recuerdo que le toqué la pita del coche y me saludó como siempre: ¡¡Hola Ayalita!!...
“Capi”, le dije. Aquí tengo esta tonga de fotos, de tus años de servicios en la Unión Deportiva Las Palmas. A mí ya no me sirven de nada y creo que tú le darás mejor uso... 

Abrió el sobre y con pulso temblón, empezó a ojearlas... Afloraron recuerdos y momento felices... 

Se paró en una y me dijo: Aquí, temporada 67/68 casi hacemos la hombrada de ganar la liga... 

“El Capi”, Aparicio, era mucho capi. Expedito, Valiente... Vivía y sentía en amarillo...Cuando Aparicio metía la pierna de manera contundente, terminaba por contagiar al resto del equipo. “El Capi”, perteneció, siendo un pibe, al equipo de sus amores: La Unión Deportiva Las Palmas. Jugó de lateral y estuvo en activo desde 1.958 hasta el 70, en que fichó por el equipo sudafricano Highlands, donde permaneció hasta el 72... Al regreso, vuelve a la Unión Deportiva Las Palmas, pero en esta ocasión como masajista y utillero, durante tres décadas. 

Eran, simplemente, otros tiempos. Tiempos en que todos, nos sabíamos de carrerilla, la alineación de la Unión Deportiva. Jugadores, que se empleaban sobre el terreno de juego, sin desmayo. Unos más técnicos, otros más batalladores: unos que brillaban y otros que se dejaban el alma en el campo, supliendo con entrega sus carencias. Pero Aparicio, desde su puesto de defensa, era un jugador de raza... 

Le tocó vivir otra época. Una época en que no se ganaba mucho dinero defendiendo los colores de tu equipo. Sabíamos de aquellos primeros futbolistas, tentados por los clubes, que venían al caladero canario a pescar, jugadores que brillaban en campos de tierra y que fichaban por un terno y un par de miles de pesetas. Nada que ver, con esas cifras mareantes de la actualidad, que uno no sabe ni escribir. 

Aparicio, el “Capi”, se nos ha ido, pero nos deja el grato recuerdo de un luchador, de un hombre honrado que se entregó de lleno al amarillo de sus amores. 

Descansa en paz “Capi”. Acabas de irte y ya te echamos de menos...

ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 28 de marzo de 2019

EL AGUA, TAN VALIOSA COMO ESCASA...

Cuando la sequía amenazaba las más fértiles tierras de las islas, y a sus habitantes no les quedaba otro remedio, que andar en desesperadas rogativas, elevando al cielo las plegarias implorando la lluvia, que sucedería en las secas zonas del sur repetidamente castigadas por el solajero.
Atenazados, puesta en peligro la pervivencia de la familia, optaban por abandonar campos, tierras y animales y buscaban como remedio la emigración. Otros, al contrario, se volvían a la tierra misma para dar con esa mina de agua que pusiera fin a sus calamidades. Así, zahorines con su varita de granadillo, caminaban por los lechos de los barrancos esperando el hallazgo dar con la zona donde pudiera alumbrar el agua que vivifique sus cosechas. 
Muchas veces, con cultivos equivocados, exportábamos lo que no teníamos. Eran cosechas apreciadas dentro y fuera de nuestras islas, pero que resultaban carísimas, porque se invertían para cosechar un kilo de fruta, casi cinco kilos de agua... Algo así como matar moscas a cañonazos.


El agua, en nuestras islas siempre fue tan valiosa como escasa. En su búsqueda, se prestaba toda la atención a distintos vaticinios como “las cabañuelas” donde el entendido, sobre una tabla, colocaba doce montañitas de sal que predecían los meses con más precipitaciones. Estas lecturas solían hacerse en las fechas señaladas de San Juan y en octubre... También los pastores leían en sus idas y venidas, con el movimiento del ganado, la flor de la altavaquilla.  
No se regateaban esfuerzos. La búsqueda era constante y las perforaciones, frecuentes. Las islas, con el paso del tiempo, se han convertido en un enorme queso gruyere... Hay que recordar también el valioso trabajo del cabuquero, persona especializada en horadar rocas o abrir galerías en su afanosa búsqueda de agua.
En Fuerteventura, la espera. Isla en la que llueve poco y mal. Las tierras más valiosas, arrastradas por las grandes precipitaciones, reposan en el mar. Pero el majorero, observa y se acomoda a los tiempos dejando preparadas las tierras y esperando a que las lluvias rocíen la isla. Para ello, las gavias siempre preparadas, dispuestas para recibir los beneficios de la lluvia y no permitir que se desperdicie, ni una sola gota de agua... En Lanzarote, los enarenados salvaron muchísimas cosechas, pero el campesino continuaba en su esperanzador diálogo con las nubes. 
En la isla de El Hierro, el sabio Tadeo Casañas, empleando el sentido común y horas de observación, allá por los años 40 del pasado siglo, llegó a solucionar el grave problema de sequía que sufría la isla, ordeñando los árboles, canalizando el alisio hasta el hoy, donde una empresa, ordeñando las nubes, ofrece agua embotellada.
Las potabilizadoras, las presas, la canalización, la cultura del campesino, aunque se siga clamando la lluvia, permiten un ligero alivio.
Recuerdo de pequeño, aquella severa economía que se implantó en distintos hogares isleños. En muchos lugares el ir a la mina a buscar agua, tarea que corría a cargo de los más pequeños, fue pasando al olvido. En zonas se plantó un chorro y la vecindad disponía del agua tras una larga espera... Pero poco a poco fue llegando el servicio a los domicilios y mis padres me explicaban: para lavarse las manos, se moja un poco, se cierra la llave, se enjabona bien y después terminas abriendo nuevamente el pilar, para quitarte el jabón... El agua, se compartía como la vida misma. Así, sin más, aprendíamos y valorábamos el agua.
En fin, permítanme esta licencia, de adentrarme en el tema, del agua un bien escaso y caro que todos los que vivimos en estas islas hemos sufrido, de un racionamiento y en otros momentos, reinando la alegría, como decía la copla del desaparecido folclorista José María Gil:  

“Qué alegría 
las islas están llovías”. 

El agua, presente en nuestras vidas se festeja a lo grande: “La Traída del agua” de Lomo Magullo, habla por sí sola. 



ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 17 de marzo de 2019

AMARILLO “ERA” MI COLOR

No sé, si con los años uno se vuelve perretoso.  No sé si con los años, ese cúmulo de vivencias atesoradas con el correr del tiempo, los hombres y mujeres tienden a romper con lo establecido... No sé, no sé, no sé...  Solo sé que estoy más caliente que un tubo de escape, con el tema del equipaje de la Unión Deportiva... Intentaré explicarme: 
Soy, de siempre, eterno seguidor de la Unión Deportiva Las Palmas. Puedo decir, incluso, que he conocido las instalaciones de aquellos clubes, que hicieron gala de un caballeroso desprendimiento para lograr la fusión y darle vida a aquel equipo único, que hoy se llama Unión Deportiva Las Palmas...  
También, he compartido tiempo con numerosos jugadores amarillos... Polillo, Cástulo, Oramas, Elzo, Silva, Molowny, Juanono, Beltrán, Torres, Gorrín, Pepín... 
Vi crecer el Insular y disfrutar con aquellos partidos regionales, de veteranos, de juveniles y de mi Unión Deportiva. 


Recuerdo, en Tenerife, estar disfrutando de una fresquita cerveza y aparecer por ahí, el legendario Zuppo y pegamos la hebra con recuerdos de aquellos delicados momentos que atravesaba el equipo... El Zuppo, siempre generoso, con la mano tendida, se desplazaba desde Tenerife para apoyar con sus “Riqui - raca” a la Unión Deportiva. 
Recuerdo, como prendía la llama de la pasión en el Insular, con aquellas bandas del Maestro Mejías o la Banda de Agaete, que daban aliento en situaciones complicadas... Compartí buenos momentos con Manolo “El Pipi”, con su voz bronca y su corneta... ¡¡Vamos Las Palmas!!... Nada digamos de Fernando “El Banderas”, incansable, con su bandera tricolor y su aglutinador “Pío Pío”; Así como últimamente el Mexicano con su bombo. 

Foto: El mexicano
También fui de aquellos que se rascaron los bolsillos, para adquirir acciones y salvar a la Unión Deportiva de la delicada situación económica... 
Créanme si les digo, que me duele la Unión Deportiva.  Cada traspiés, cada mala gestión, cada fichaje fallido, es una herida que queda para siempre en mi pecho.  
No hace mucho, -esto de las modernidades me tiene trabucao- se hizo la presentación del equipaje de la temporada... El AMARILLO, nuestra seña de identidad, brilla por su ausencia. Ahora, como el presidente es “Caballero Legionario”, el equipaje es verde. Verde legionario... 
Yo sé que don dinero, manda y obliga. Seguramente, el Sr. Ramírez si lee esto pensará: Yo con el equipo, que me cuesta un pastón, hago lo que quiero... 
Pero no. El equipo, en sus orígenes, pidió su autorización para usar el escudo y unos colores fundacionales. Pero usted, se ha saltado la historia... Ha enterrado o desterrado el color amarillo, mi color, nuestro símbolo. 
Ahora, aunque ponga las entradas a cero euro no voy al estadio. Me ha traicionado y ese verso de Luis Quintana “Amarillo es mi color” ahora pasa a ser “Amarillo ERA MI COLOR”... 

Ahí le queda el club: que le aproveche. Y haga lo que hacían los niños “litres”: ¡si no juego, me llevo el balón.! 

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 13 de marzo de 2019

A LA ABUELA DEL CARNAVAL

Hay personajes que dejan huella. Que calan en la consideración popular. Qué casi sin proponérselo, pasan a ser historia. Pero no una historia cualquiera, sino una historia de verdad.  Tal es el caso de Miguel Alcántara Cabrera, un vecino del céntrico barrio de Las Alcaravaneras, en la capital de Gran Canaria, que por su nombre solo lo conoce la familia, amigos y vecinos. Sin embargo, cuando se dice “La Abuela del Carnaval”, todos, sin exclusión, dicen ¡yo la conozco!. 

Foto: Alfredo Ayala y la Abuela del carnaval

A mí, por cosas de la profesión, siempre me picó la curiosidad. Me gustaba, codearme con todos ellos y andar por esos caminos, que los llevaron a mantener esa cita puntual con la tradición y el respeto al personaje... Son hombres y mujeres, que se dimensionaron al pasar del anonimato vivir la vida de otros.

Horas de estudio, de ensayos, de observación. Recuerdo, que alguno me pidió algún tipo de información gráfica, para ser más fiel al personaje. Unos personajes que había fallecido, pero que por estos entusiastas volvía su figura, a estar por unos días entre nosotros.

“La Abuela del Carnaval”, era una delicia. El papel del intérprete rozaba la perfección... La negra pañoleta de lana era para guardar el respeto y conservar en la memoria a algún familiar fallecido... El delantal, siempre dispuesto. Era como una caja fuerte donde tenía el pañuelo, el rosario, el monedero para el suelto, porque los billetitos siempre iban anudados en el pecho, cerquita del corazón. A veces, también con el escapulario de promesas,  a la Virgen del Carmen. 

Foto: Abuela del Carnaval

Y claro...  Así, como de repente, a la Abuela, le brotaba el mal genio y sin pelos en la lengua,  sacaba de paseo su carácter agrio, para dar un espantón a quien le levantara la voz o le llevara la contraria.

Pero Miguel Alcántara, era el vivo sentimiento del carnaval. Entusiasmo, entrega y una voluntad inquebrantable porque hay tener ánimos para estar picando los ochenta años y jincarse la pesada vestimenta, para entregarse de lleno a  a un largo recorrido... Recuerdo aquella luminosa tarde, en el lugar conocido por “la Tronera”, en Gáldar, aquella tarde en que me reuní con “La Abuela”, tierna, delicada que casi caminaba a trompicones... 
“Ayala - me dijo- a veces, en Las Palmas, me pongo en el filo de la acera y hago intentos de cruzar la calle. Muchos, se prestan para ayudarme... En cierta ocasión, un agente, con mucha corrección, me ayudó a cruzar y en ese breve recorrido, con el tráfico parado, me dijo: “No debe salir sola a la calle. No está usted en edad... Es peligroso y puede tener un percance... Al llegar a la acera de enfrente, le di las gracias con un besito... Son ruindades que me gusta hacer alguna que otra vez...” 

Foto: Abuela del Carnaval 

Ella, “La Abuela”, seguía contándome: “Antes, en nuestro tiempo, eso si eran carnavales. Aquellos que estaban prohibidos y había que ir a correrlos en Agüimes, en Montaña Cardones, en el Risco de San Nicolás o en el interior de algunas sociedades recreativas... Yo, salía del trabajo y llevaba una bolsa con mi disfraz. Siempre, con este mismo disfraz. En cualquier zaguán me lo ponía y nada más "encasquetármelo" cobraba vida...” 

“La Abuela”, no paraba. Había pegado la hebra... Para mí, el carnaval es la vida. Cuando se aproximan las carnestolendas, me siento imantado... Yo los he disfrutado en distintas partes del mundo: He recorrido todo el Archipiélago y numerosos municipios... Pero también me fui a Brasil, Venecia, Paraguay incluso en Alemania, concretamente, en Colonia hasta me galardonaron y todo. 

Hoy, recuerdo con nostalgia, aquella última ocasión en que me reuní con ella en Gáldar y detrás llegó una espléndida corte: “El Borrachito”, “El Che Guevara”, “Fidel Castro” y “los dos bobos” del moco colgando. 

Ya no la volveré a ver más. Se nos fue para siempre, casi sin tiempo para decirnos adiós... En el preciso momento en que el carnaval estaba a punto de quemar la sardina en la Playa de Las Canteras. 

Se nos fue un personaje. Otro más... Que Dios lo tenga en la Gloria. 


ALFREDO AYALA OJEDA