martes, 10 de marzo de 2015

RECORDANDO A GREGORIO EL GUARDIA

Gregorio, era un guardia único. Gozaba del prestigio y de la consideración de la gente del pueblo. Él, tenía sus inquietudes y su afán de superación. Alternaba, su empleo de guardia municipal con los estudios nocturnos en el Instituto Pérez Galdós, en Tomás Morales…

Numerosas son las anécdotas que se cuentan de Gregorio… pero vamos primero a situarlo en su puesto de trabajo para entenderlo mejor… Él, prestaba sus servicios en el cruce de Bravo Murillo con Triana… Estaba subido en un tacón de unos 40 centímetros de alto desde donde dirigía el tráfico. Era una época en la que todavía los semáforos, no habían llegado a las islas…

Gregorio era divertido y hacia con gracia y prontitud su trabajo… pero los lunes, para él, tocaba llenar la quiniela… y lo hacía de una manera curiosa… aleatoriamente, armaba una carajera con el pito, se bajaba del tacón y se dirigía a cualquier conductor y lo mandaba a parar… entonces, sacaba el block del bolsillo y le preguntaba al conductor: ¿Real Madrid- Español? Y el conductor entre incrédulo y sorprendido le respondía “equis” y así hasta completar los catorce resultados… Así era Gregorio…en otra ocasión acababa de llegar por las islas la revolución: “La minifalda” y las muchachillas nuevitas pues rápidamente se la encasquetaron… las miradas, los suspiros, estaban a la orden del día… pero Gregorio festejaba el momento de una manera más curiosa…Él, cuando veía una muchacha vistosa, con minifalda y dispuesta a cruzar la calle, él paraba el trafico y hacia el gesto a la joven para que cruzara por el paso de peatones, era como si convirtiera el paso de peatones en una pasarela… y ni que decir tiene que los colores se le subían a la joven que caminaba con las piernas temblonas, la felicidad por dentro y la vergüenza por fuera…


Y, cuando se avecinaban las navidades, los conductores y comerciantes de la zona, se acercaban hasta el lugar donde él dirigía el tráfico para regalarle algunas botellas de vino, coñac, gallos, cabritos, turrones…Gregorio era un hombre muy querido, que jamás le faltó el detalle del pueblo cuando las fiestas se avecinaban.


ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 9 de marzo de 2015

EL PASTOR Y SU MUNDO

La humanidad más remota ya consideraba a las ovejas como un bien superior.
La riqueza de patriarcas y reyes se fundaba sobre la posesión de ganado lanar. Los dioses recibían sus ofertas en inmolaciones de corderos. La biblia, premia a los justos multiplicando sus rebaños. Patriarcas, jueces y reyes hebreos fueron pastores....

Y en verdad es difícil encontrar animal más pacífico, beneficioso, poco exigente y aprovechable en su totalidad que la oveja: carne, leche, lana... Poseer un rebaño es llevar consigo una despensa andante.


Es probable que sin el concurso de la oveja, la mayoría de los pueblos no hubiesen salido de sus bárbaros orígenes y no habría podido expandirse por el mundo.

Pero los tiempos cambian, y en nombre del progreso, se ha ido arrinconando al pastor. Hoy, igual que ayer, la sociedad no parece tener en cuenta al pastor y su mundo, las leyes se hacen en los despachos a muchos kilómetros de donde están ubicados los pastores. Por tanto considero que, la existencia del pastor es algo así como un pequeño milagro…

Aún así, en la actualidad los pastores mantienen unas tradiciones, un carácter, una dignidad y un justo orgullo quien bien puede representar a todo un pueblo en su identidad y valores más profundos. Por ello, los pastores canarios son historia viva... Son como el rescoldo de un antiguo fuego que nadie ha podido apagar nunca.

Así, que, lleno de buena voluntad, con la más sana de mis intenciones y después de leer algunos tochos sobre el pastor y su mundo quise saber de ellos, escucharles, acercarme a sus trabajos y celebraciones para comprobar que la sombra ancestral del pastor canario continúa llena de vida.

Muchas fueron mis idas y venidas a las tierras donde están establecidos los mayores rebaños de la isla de Gran Canaria… Hice mis visitas y recorridos en todas las estaciones del año, viviendo con los pastores momentos de felicidad y esos otros momentos en que se te entristece el alma cuando con la casa a cuesta hacen los movimientos de ganado desde Pavón hasta los altos de la Aldea de San Nicolás…A principios de octubre, volví a las inmediaciones de Pavón, en las cumbres de Gran Canaria. Allí, las ovejas, casi a punto de empezar a parir, vagaban por las laderas en busca de los últimos matos de hierba. Ya no había mato para ramonear y escaseaban los pastos… Las ovejas hacían un considerable esfuerzo por encontrar un bocado para saciar su hambre. La lana había cobrado su primitivo aspecto de la primavera arropándolas para el próximo invierno. La lluvia aun no había hecho su aparición por estos pagos y la altabaquilla, la flor del tiempo, perdida su brillantez, anunciaba la proximidad de la lluvia.

Los pastores hacen de todo para evitar los movimientos de ganado hacia otras zonas. Para ello, plantaron grandes extensiones de millo en las inmediaciones para completar el alimento de sus animales.



Para el mundo cotidiano del pastor canario sólo parece rico en esfuerzos y problemas. Cuando el pastor se pone en camino para llevar su ganado hacia los pastos disponibles, carga sobre sus hombros con el sobrepeso de complejas dificultades.

Más cuando llega San Isidro, el pastor suele echarse la camisa por fuera y vivir la fiesta con toda la intensidad… Son momentos de ver los amigos, de hacer acopio de alguna otra cabeza que pueda mejorar su ganado o, simplemente el momento de vender alguno de sus animales…

Desde temprana hora las reses de la tierra se dan cita en el fondo del barranco.....Llegan, preferentemente, novillos y vacas desde lejanos puntos de Gran Canaria a participar en la feria de ganado que, cada año, en honor de San Isidro, patrono de los labradores, se celebra en San Isidro de Gáldar. La feria, no es muy numerosa en inscripciones, pero tiene un profundo arraigo. Aquí se trata el ganado y se admiran las reses del país. Modestísima es la participación de ejemplares caprinos o lanar. De todas maneras, asisten ejemplares de consideración. Aquí, en esta feria de San Isidro, se reúnen las mejores cabezas de la isla, se las exhibe, se las compara. Se cierran unos tratos con solo un apretón de manos y se apalabran otros...

Sobre mediodía, después de la deliberación del jurado, los camiones cargan la viva mercancía con destino a sus lugares de origen.

Por la tarde el improvisado recinto ferial ofrece su aspecto habitual y desolador roto sólo por la presencia de media docena de carneros que para evitar el fuerte solajero se refugian a la sombra del breve muro del cauce del barranco. Y, como por arte de magia, empiezan a llegar en todo tipo de transportes otros atractivos ejemplares. Paralelamente los jóvenes atraídos por la cornamenta y majestuosidad de estos formidables machos van acudiendo y buscando acomodo en una de las márgenes del barranco. Saben que va a celebrarse distintas peleas de carneros que, aquí, para quitarle hierro, reciben el nombre de "encuentros" y no quieren perdérsela.

El poder de convocatoria de estos encuentros es enorme. No se anuncia en ningún lado. Es como un gran secreto a voces. Durante muchos años estuvieron severamente prohibidos, pero hoy, la costumbre vuelve a recuperarse.

Antiguamente, los carneros abundaban por todos los pagos de la isla. Y el carnero, era algo así como el orgullo de su propietario. Allí donde había peleas se acudía con estos soberbios machos. Pero los tiempos modernos va imponiendo nuevos órdenes; los ganados son cada vez más escasos; y se va diluyendo esa música natural y espontanea de los choques de cornamentas en disputa de la supremacía de una celosa hembra.


La serena altivez, la grandiosa sencillez, el soberano orgullo de los pastores que concurren con sus machos al encuentro, lo dicen todo a las claras acerca de la dignidad sobre la que se sustenta la personalidad del pastor canario.

Ni un sólo gesto, ni una sola palabra grandilocuente nos anuncian estos encuentros. Las gentes se van congregando natural y tranquilamente en el lugar. Los pastores que compitan se irán acercando con sus mejores animales mejores, a veces con el único macho de que disponen, para la ocasión. La confianza, el orgullo de presentarse a la pelea con la mejor cabeza disponible, evita toda palabra previa de alabanza, aquí van a estar los buenos, los que valen: ya se verá quien resiste al fin.

En otra latitud, en la isla del El Hierro… Los pastores herreños vienen a celebrar a su virgen: la virgen de los Reyes. Aquella imagen que ellos veneran con el mayor celo pues es depositaria y testigo de su fe y de su amor. Desde los más apartados rincones, con la fresquita, allá donde se hallen, acuden los pastores herreños para estar con su virgen.

Portando sus astias asisten a la misa, y a la breve procesión que recorre desde la ermita hasta la cueva del Caracol. Chácaras, pitos y tambores acompasan el baile y el ritmo de la comitiva, sacando al aire los latidos del corazón herreño que acompaña a su virgencita.


Se recitan loas, (lobas) como se dicen por estos pagos y nada queda vedado al sentimiento.

En un sencillo verso queda patente el ruego del pastor a la Santa Señora: no pide mayor prosperidad, pide que aquel sentir tan suyo, aquel carácter y aquella dignidad heredada y sostenida de siglos, que el orgullo que significa su antiguo y noble oficio nunca se acabe: ellos quieren seguir siendo pastores.

Carmen, poetisa de Sabinosa, nos recitó esta sentida loa…

"Hoy he vuelto a la Dehesa
y tu fiesta celebramos
permíteme virgencita
que yo recuerde el pasado.

Recuerdos de mucho tiempo
pero que yo no he olvidado
la vida de los pastores
que ya no están a tu lado

Aquí vivían en cuevas
durante todo el verano
porque era el único medio
de mantener su ganado

Pastores que ya no están
pero sus hijos quedamos
con el amor a María
que siempre nos enseñaron

Dile a nuestra juventud
hoy que tienen todo a mano
lo que pasaba un pastor
para conseguir un majo

Y para venir a las Juntas
y darle vuelta al ganado
en algunas ocasiones
pedían el gofio prestado

No permitas madrecita
tú que todo has contemplado
que se pierdan las costumbres
que ellos nos han legado

Que se respete el vecino
que se quieran los hermanos
que se vuelva a compartir
el "puño" de higos pasados

Que no se acabe el pastor
con su talega y su palo
que no se acabe el pastor
aunque se pierda el ganado

Que el 25 de abril
como voto muy sagrado
no dejemos de venir
a encontrarnos a su lado…”

El treinta de mayo, día de Canarias: no podía haber otra fecha mejor elegida para celebrar la llamada "fiesta de la lana". El símbolo de pastor, su mundo y todas las variadas industrias que giran en su entorno, son fiel representación de la historia de Canarias en su fundamento. Pues del pastor aborigen mismo parte el carácter distintivo, singular y propio de estas islas...

Esta fiesta de la lana se celebra en la localidad grancanaria de El Caidero. El Campo de fútbol se convierte en inmenso redil y espacio abierto donde se exhiben todas las actividades propias y relacionadas con el pastoreo: se ordeña, se trasquila, se devana el vellón, se hila, se confeccionan las prendas tradicionales.... Todo a la vieja usanza.

Tanta fuerza tiene esta feria que es casi como tomarle el pulso al pastoreo canario y comprobar su buena salud.


ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 5 de marzo de 2015

EL PASTOR, UN SÍMBOLO

Hoy, igual que ayer, la sociedad no parece tener muy en cuenta al pastor y su mundo. Los pastores ya son un símbolo viviente. Su misma existencia constituye un pequeño milagro.

Ellos mantienen unas tradiciones, un carácter, una dignidad y un justo orgullo que bien pueden representar a todo un pueblo en su identidad y valores más profundos. Todavía los pastores canarios son historia viva: Son como el rescoldo de un antiguo fuego que nadie ha podido apagar nunca. Saber de ellos, escucharles, acercarnos a sus trabajos y celebraciones nos demuestran que la sombra del pastor canario sigue llena de vida.

El pueblo aborigen del Archipiélago Canario, era, esencialmente, pastor: practicaba toda una cultura ligada al aprovechamiento integral del ganado. La isla entera formaba el espacio abierto a las necesidades del pastoreo; límites que sólo dependían de la geografía y de las estaciones. La naturaleza, la lógica beneficiosa de sus leyes, y el aborigen desarrollaban su vida de acuerdo con la misma.

Caminos ancestrales marcaban el paso del ganado desde los cálidos terrenos costeros que le abrigaban en invierno, hasta las zonas cumbreras frescas y acogedoras en época del ardiente estío.

El pastor aborigen vivía en íntima relación con su naturaleza insular, y no queda constancia cierta de que hombre alguno limitase arbitrariamente sus actividades, ni mucho menos le cerrase espacios donde alimentar y guardar su ganado. El pastoreo era un bien general y como tal, socialmente apreciado y valorado.


El vuelco que para la vida aborigen supuso la conquista del Archipiélago, dio un violento giro al pastor y su mundo. El ganado era preciado botín para los nuevos dueños de las islas; los pastores aborígenes conocían palmo a palmo la tierra de sus antepasados y por ello se le confió el cuidado de sus propios rebaños, ahora propiedad por derecho de conquista, de los nuevos señores.

Y los conquistadores llegaron con sus costumbres y sus leyes, y así trasladaron a Canarias su legislación castellana sobre el pastoreo: la mesta.

La colonización de Canarias supuso el reparto de las mejores tierras y del agua en manos de los principales conquistadores y sus allegados, quedando otros terrenos menos favorables a su explotación destinado a los colonos que iban llegando al Archipiélago. La tala y la roturación del paisaje natural destinado al cultivo fue intensa y sin consideraciones. La agricultura fue el primero de los límites que se opusieron como infranqueables al antiguo pastoreo de trashumancia, quedando instaurado desde el primer momento de la conquista el universal enfrentamiento entre pastores y agricultores.

Los aborígenes, aunque sofocados en su cultura por la fuerza de los conquistadores, quedaron sin embargo ligados a la práctica ancestral del pastoreo, uniendo así su propio aislamiento a una labor que a lo largo de los siglos iba a convertirse en un fenómeno progresivamente marginal.

El pastor canario quedaba enfrentado a unos duros límites que él no podía ignorar ni modificar. Límites que se han ido estrechando en paralelo al olvido y al abandono y, sobretodo, debido a la secular incomprensión de las instituciones acerca del pastor y de su mundo.

El mundo urbano, sus servicios y oportunidades, sus relaciones humanas, incluso en muchos casos sus leyes y ordenamientos se han establecido y desarrollado tradicionalmente de espaldas a la vida del pastor.



El pastor vive otro universo de relaciones y contenidos: unos valores propios sobre los que articula las bases de su supervivencia. Y lo hace con fuerza de tradición, pues tal vez sea el único modo de sostener el orgullo y la dignidad que le caracterizan, la manera de representar el símbolo histórico y vital que todavía supone en estas islas el noble oficio de pastor.

La realidad es que la propiedad de la tierra, la agricultura, los planes de reforestación y la acción legislativa han ido limitando cada vez con mayor rigor el acceso del pastor a los recursos del territorio. Sin embargo todavía perdura una imaginación colectiva acerca del pastor y su trabajo como algo idílico, algo de "otro tiempo mejor", que siempre está ahí en un espacio indefinido, en una especie de ensimismamiento, como si el pastor no fuese un sujeto humano, social y económicamente vinculado a una inflexibles exigencias generales. Esta cortina de humo poetizado raya con frecuencia en el cinismo cuando se la compara con los hechos puros y duros de la vida pastoril en Canarias.

La trashumancia es cosa de ayer. Hoy el pastor tiende a mover lo menos posible su ganado, a mantenerlo en las inmediaciones de su afincamiento. Los cambios, además de trabajosos, trastornan la vida familiar y la economía del pastor.

Aquellas penosas idas y venidas de antaño de cumbre a costa y viceversa, según las estaciones, siempre apretado por los recortes del terreno donde poder pastar, sometido a todas las fatigas de la trashumancia, ya parecen situaciones más propias de los antiguos cabreros que de los actuales pastores de ganado lanar.

El pastor actual se preocupa por retener al ganado lo más cerca posible de su casa, y no como antes que se veía obligado a seguir su rebaño, llevándose la casa a cuestas y a toda la familia.

En realidad se sabe generalmente poco del verdadero mundo de los pastores.

¿Quién es el pastor?
¿Cómo viven él y sus gentes?
¿En qué consiste su trabajo, cómo lo realiza?

Pero el mundo cotidiano del pastor canario sólo parece rico en esfuerzos y problemas. Cuando el pastor ha de ponerse en camino para llevar su ganado hacia los pastos disponibles, carga sobre sus hombros con el sobrepeso de complejas dificultades. Hombres y animales dependen del comportamiento puntual del clima, de cómo hayan ido las lluvias ese año... del terreno por donde le permitan moverse, año tras año, de manera implacable, el territorio permitido al pastoreo se ha ido reduciendo. A la extensión de la agricultura se han unido el acotamiento y la repoblación forestal, de espaldas por lo general al fenómeno histórico del pastoreo en Canarias.

El pastor emplea todo su esfuerzo en hacer acopio de comida para su ganado. Arrienda o recibe en préstamos extensiones de terreno que debe cultivar y convertir en despensa para abastecer a sus ovejas. Amplios espacios son plantados de millo, preferentemente, que irá administrando al ganado. Esa lucha diaria a la que se enfrenta en su amplísima labor diaria, está destinada a esperar pacientemente la llegada de la nueva estación de lluvias que le evitara alejarse de su casa, con familia y ganado hasta otros lugares donde existan los pastos necesarios.

Sólo las tierras que no resultan productivas se permiten al pastor. Otras muchas se le cierran sencilla y llanamente. El pastor se convierte, le han convertido mejor dicho, en un ser casi marginal, y como tal obligado a moverse por zonas olvidadas.

La historia de la que el pastor canario es en gran medida protagonista, símbolo y representación, hoy parece ignorarse. Ya pasaron aquellos buenos tiempos en que la lana era un preciado bien económico. Los extraordinarios quesos artesanos parece como si se elaborasen por arte de encantamiento: pastor y quesera quedan ocultos por la comercialización, perdidos, borrados en el circuito de la economía urbana.

El pastor siempre queda aislado, lejos, detrás, enriscado donde apenas llega la mirada.

Si un pastor abandona y vende su ganado, dada su falta de preparación y conexión social con el mundo urbano, habrá de emplearse, si logra trabajo, en empleos no cualificados. Si por aquí camina el presente de los pastores ¿Cómo se les presenta el futuro?

Para afrontar tan duros trabajos el pastor no puede estar radicalmente solo. Precisa ayuda, una colaboración entregada y estable, firme y a toda prueba: por lo general el pastor precisa de mujer y familia.

Su economía, fundamentada en utilizar la leche de su rebaño para la elaboración del queso, no le permite contratar ayuda. Conducir, apacentar, guardar y ordeñar ya es trabajo más que suficiente para las energías de un sólo hombre. Así, tradicionalmente, es la mujer del pastor quien elabora el queso y quien por disponer de mayor tiempo desligada del rebaño, se ocupa de las no siempre fáciles relaciones entre pastor y la administración y autoridades. En esta división del trabajo pastoril, la mujer soportaba todo el peso del cuidado doméstico, la crianza de los hijos, la elaboración del queso y atenderá además, todo papeleo legal que se presente, con frecuencia único y difícil puente entre la vida del pastor y el lejano mundo urbano.


Para compartir tan pesadas tareas, el pastor busca mujer tradicionalmente en su propio y cerrado universo. A lo largo de generaciones se han ido tejiendo una firme trama de relaciones consanguíneas entre las diferentes familias adscritas desde siempre al pastoreo de la isla. A estas familias los pastores las denominan "razas", marcando así una clara diferencia entre ellos y quienes se dediquen a cualquier otra tarea que no sea el pastoreo dentro del mundo rural.

El pastor ayudado por su mujer y por sus hijos, si los tiene, forman una apretada piña productiva, indispensable para abordar el cotidiano seguir a flote contra viento y marea de los tiempos que corran. El pastor continúa como ligado a un rito, absorto por el trabajo y los sacrificios, como si estuviese bajo un severo castigo y un sacerdocio a la vez.

El entramado de las relaciones familiares que en gran medida sustenta la estructura del mundo pastoril, también se refuerza con lazos de amistad profesional y aquellos de un tácito corporativismo, basados en el respeto por una dedicación, el pastoreo, que goza en alto grado de la propia autoestima.

Existe todo un código no escrito de vivir "lo canario" a través del pastor, ya que el pastor tiene conciencia de ser el depositario de la más pura y directa tradición y, por lo tanto, un valor simbólico insustituible. Los pastores deben ayudarse. Si uno de ellos abandonase, todo el grupo se resentiría. Sin constituir formalmente ningún gremio ni corporación, los pastores canarios mantienen en cada isla una firme malla que hace todo lo posible para sostenerles ante las grandes dificultades, evitando entonces una caída que pudiese resultar definitiva.

Si un pastor sufre por cualquier causa la pérdida de su ganado, sus compañeros de oficio le harán llegar un número suficiente de hembras jóvenes y cabezas para que en un plazo razonable pueda rehacer su ganado.

Si el fuego destruye su casa o la daña; los demás pastores le ayudarán a reconstruirla o repararla.

Pero cuando los pastores se reúnen personalmente y puntualmente, para ejercer, por así decirlo, su código de ayuda mutua, es durante los periódicos y obligados trasquiles de ganado: en las típicas "pelás".

Cuando el pastor precisa trasquilar su rebaño, recibe en su casa a aquellos otros compañeros de oficio que, voluntariamente y sin más paga que la comida y bebida diaria, le prestarán toda la ayuda necesaria para acabar este trabajo. Llegado el momento, el anfitrión de hoy corresponderá de igual manera, devolviendo el favor; y si el mismo no pudiese acudir al compromiso, enviaría a hijos o allegados que le representasen y cumpliesen con igual eficacia su trabajo.

El pastor canario no puede faltar a estas ayudas: siempre corresponderá como mejor pueda cuando sea preciso.



En el enclave pastoril grancanario de Pavón, nos encontramos con una importante trasquilá. Media el mes de mayo y es el momento, antes que el calor agobie más a los lanudos animales.

Para la pelá se ha reunido a cerca de cuatrocientas ovejas. Acuden pastores de toda la isla.

Como si de una invasión de aves desconocida se tratase, el tris-tras de las tijeras sofoca el aire con su metálico “chiar”.

Las ovejas van despojándose de su traje invernal, y corren al campo, frescas y aliviadas...

Mientras los hombres se aplican a la pelá, las mujeres, se ocupan de preparar el agasajo. Lo van disponiendo todo con exactitud de relojería. Sirven al detalle, no descansan para que nada falte para cuando los hombres se acerquen a la mesa: ahí estarán ellas, atentas, sin dejarse ver apenas, casi invisibles en su eficacia...

Es momento oportuno para intercambiar noticias, para estrechar lazos familiares y de amistad. Se habla de los pastos en las diversas zonas insulares, pero también podrían tratarse asuntos relacionados con posibles matrimonios entre miembros de diferentes "razas" no siempre próximas, repartidas por toda la isla...

Estas pelás pueden relacionarse también con antiguas luchas de carneros. Los espléndidos machos, al encontrase pelados se desconocen y las peleas, próxima la primavera y época de celo, suelen producirse.

ALFREDO AYALA OJEDA


miércoles, 4 de marzo de 2015

¡¡¡ QUIETAS LAS VACAS AHÍ!!!

... El día que Maestro Salvador “el de Abelardo”, se presentó en el Pérez Galdós…

En el Teatro Pérez Galdós, de Las Palmas de Gran Canaria, un grupo, creado por iniciativa de Totoyo Millares y que respondía al nombre de “Los Gofiones”, irrumpía en nuestro panorama musical anunciando su debut a bombo y platillo… Pocos, ni los mas optimistas, pensaron que andando el tiempo, Los Gofiones se convertirían en el referente de nuestra música tradicional y popular…

Por la época que me refiero, el 3 de octubre de 1.968, en el señorial Teatro Pérez Galdós, un puñado de hombres, con vestimenta “campurria”, estaban en el firme empeño de andar por veredas y caminos; por pueblos y pagos, para encontrar las raíces perdidas de algunos de nuestros temas que nos han dado carácter… El Teatro, estaba de bote en bote… No cabía un alfiler…

Los Gofiones, en los ensayos, estaban que se salían… y eso en la época de penuria que se vivía corrió como la pólvora por la ciudad y por el interior de la isla…

El folclore, en esos años estaba casi en manos exclusivas de la Sección Femenina y venía siendo hora de que toda esa muestra de sentimientos, de identidad, estuviera enmarcada, dirigida y fomentada por otras manos más expertas…

Por esa época, estaba de moda la minifalda y el guardia Gregorio , como ya recordé en otro artículo… La gente moceaba por la calle de Triana, yendo y viniendo desde el barranco Guiniguada hasta el parque de San Telmo, echándole el ojillo a las pibas que caminaban en sentido contrario… Allí, era el momento de suspirar, de enamorar… de buscar compañera “para siempre”…


Triana era un gigantesco suspiro de corazones que buscaban el calor de una compañía y, después de unos arrumacos…

Ese mes de octubre, ya nadie iba a la playa. La temporada con las mareas del Pino, casi terminaba y solo los turistas y unos pocos se atrevían al baño… Recuerdo una anécdota de un vecino de Las Canteras que vio a un turista bañarse en pleno invierno, con un frío que pelaba y olas de altura considerable que se acercó al guardia de la zona y le dijo: “¡saque a ese hombre de ahí!” ¡¡No ve que va acoger una pulmonía!!!

Y el guardia, ya acostumbrado a estos gestos de valentía, de ingleses y suecos, le contestó…

¡¡¡Estos turistas, están locos!!!

Pues así era nuestra isla… de ritmo reposado, sin prisas y con un turismo que cada vez era más numeroso…

Pues volviendo a la actuación de los Gofiones, digamos que al Teatro Pérez Galdós no se va de cualquier manera… allí hay que acudir con el trajito de los domingos, de estreno, bien aseadito y todo eso. Claro que las mujeres jovencitas llevaban la prenda de moda: la minifalda… Era la revolución ver esas niñas, con soltura luciendo su palmito y enseñando sus cimientos…

Los Gofiones, habían invitado, a un personaje extraordinario… Era una de las máximas preocupaciones por uno de los cantos mas tradicionales: “los cantos de trabajo”. Y era una preocupación porque nos habían invadido las prisas y los rápidos cambios a los que estaba sometida la sociedad, ponían en peligro esa costumbre.… Y se trajeron como exponente a una persona de talla… Maestro Salvador “el de Abelardo”…

Todo estaba a punto, el sonido preparado y momentos antes de subir el telón… Maestro Salvador, que se había dado una vuelta por el patio de butacas hasta la calle, luciendo su cachorro, su faja, y su Virginio, llegó alarmado… ¡Don Paco!, ( Paco era uno de los componentes distinguidos de Los Gofiones y el que lo había invitado a estar en el escenario del Teatro), ¡sáqueme de aquí…!

¡¡¡Pero Maestro Salvador!!! Dijo: Paco…

¿Dónde me has traído? ¿Tú te has paseado por ahí y has visto el escándalo?

El escándalo, eran las mujeres luciendo, con aquéllas breves faldas, las pantorrillas…

Sí y qué, Maestro Salvador… ¡es la moda!

¿La moda?, Esto está lleno de putas… ¡¡¡sácame de aquí….!!!

Claro, maestro Salvador llegaba de los altos de Gáldar, era el hombre rural extrapolado a los nuevos aires que se respiraban en la ciudad… Se hizo popular por su canto de trabajo “arando con vacas”… andando el tiempo, el programa Tenderete, lo reclamó, también de la mano de Paco Sánchez… Fue la primera vez que alguien interpretaba un canto de trabajo en Televisión Española…


Y, Maestro Salvador, “el de Abelardo”, sorprendió a la audiencia, con su voz y su estilo inconfundible y aquella frase que se hizo popular: ¡¡quietas las vacas ahí!!!...


ALFREDO AYALA OJEDA

LA NEGRA TOMASA Y LOS INDIANOS DE LA PALMA

VICTOR DÍAZ, “ES LA FIESTA”

Carnaval, San Miguel de La Palma… La isla verde, isla bonita, isla siempre por conocer completamente. Isla para la que no es fácil hallar adjetivo, por elogioso que resulte, justo… La isla de La Palma más que para las palabras lo es para el sentimiento. ¿Cómo, entonces, con tanta exclusividad, su carnaval no habría de ser también único?

Hablar del carnaval es hacerlo de cómo un pueblo vive y expresa, en gran medida, su personalidad sin trampa ni cartón; libre, gozosamente libre, sin querer parecerse a nadie ni ocultarse ante nadie. En esta libertad para mostrarse radica sin lugar a dudas la extraordinaria personalidad del carnaval palmero.


Lunes de carnaval, Santa Cruz de la Palma se despierta para ofrecernos, un festejo propio, nacido del puro sentimiento popular, sin imitaciones; pero también inimitable. Lunes de carnaval, “lunes de indianos”.

Pero haciendo un poco de historia para situar al lector debemos decir que hace años, cuando el abandono y el olvido seguían cebándose en la isla, el único horizonte menos amenazador era emigrar: cruzar el mar; buscar fortuna, tratar de hacer las Américas… y así fue como La Palma y Cuba llegaron a hermanarse con lazo indestructible.

Dejar la isla, tal vez por mucho tiempo, sacrificarse al límite, pero siempre con una sola idea: poder volver algún día con una gran fortuna, triunfador; ser respetado y admirado por todos… Demostrar con ostentación una valía y un poder envidiables: eran los indianos, el reducido grupo de los vencedores, que regresaban para mostrar su exitosa aventura ultramarina. Y volvían con aires, vestidos y maneras adoptadas del universo caribeño donde había alcanzado la fortuna.

Tanta ostentación y en algunos casos tal vez excesivo pavoneo, no podía escapar al sano y agudo humor, a la peculiar sátira del isleño.
Las relaciones entre La Palma y Cuba eran muy intensas: afilados veleros, impetuosos vapores cruzaban el Atlántico, varias veces al mes para enlazar ambas islas. Constante ir y venir pero no todos los pasajeros del regreso eran indianos… El indiano fue pronto parte del mito. Un personaje convertido en motivación para los más decididos. El indiano era un status muy difícil de alcanzar, casi rozaba la leyenda… Había mucho emigrante que nunca regresaba de su escala de sueño del aro tropical… y así pudo pasarse de la leyenda a la bien intencionada caricatura, a la limpia sátira, al sano humor, a la ingeniosa y exagerada parodia… En carnaval, la isla se decide a recibir en tono de chanza el regreso de los indianos, fabuloso personaje arrastrando baúles y maletas que rebosan dinero, ataviados con rebuscada elegancia habanera, puro humeante o no gigantesco en boca, rodeado de exotismo y tics caribeños, así que es de justicia, homenajearlos y recibirlos.

Con exquisita ironía, se acoge popular y multitudinariamente a los indianos: se sabe que no es oro todo cuanto reluce. Esperanzas, sueños, sacrificios, desengaños, fortuna… pero al fin todos regresados y unidos en la propia tierra: el sueño y la realidad del indiano se ha cumplido.

Hay que celebrar por todo lo alto este regreso. Este día, este lunes ya todos somos indianos. Los indianos desembarcan con todos sus atributos de éxito y riqueza bien a la vista: traje blanco de pies a cabeza, inmenso veguero entre los labios: ellas, vaporosos vestidos de blanco impoluto, de época, tocadas con pareja protegiéndose con sombrilla de una imaginaria y cruel solajera… Les acompaña una servidumbre de morenos porteadores que custodian por un igual tesoros y aves tropicales… y todo animado por ritmo y melodías del más puro gusto cubano: son, guajiras, rumbas, habaneras…

Ya en marcha, indianos y recibimiento se encaminan al Ayuntamiento para ser oficialmente recibidos. Pero un personaje singular, una representación máxima, como si dijéramos un embajador plenipotenciario del sueño y las ilusiones que ofrece Cuba al presunto aprendiz de indiano, se ha anticipado a la comitiva… ha llegado primero y se ha instalado en el atrio del Ayuntamiento, como para lanzar desde allí el volador, el pistoletazo de salida de la fiesta. Ese personaje único es la negra Tomasa.


La Negra Tomasa, me dedicó esta foto cuando le hacía un documental para la Televisión Canaria.

La negra Tomasa, protagonista de una conocida canción, encarna aquí la quinta esencia de ese ultramar caribeño de esa cuba que aguarda al indiano para tornarle rico y poderoso. La negra Tomasa y su exagerada corte rumbera, hipertropical y jacarandosa al límite, llega al Ayuntamiento en una no menos sofisticada guagua antigua o a pie, rescatada con estupendo acierto de la casi pérdida de memoria propia de estos tiempos.

La negra Tomasa llega para mostrar su exuberante vitalidad, su gracia provocadora, su insuperable desparpajo, su increíble, burla burlando, arte del baile y del ritmo más vivo… Llega enfundada, bajo increíbles aceites y alambicados ropajes de suprema parodia: encajes, blondas, pamela increíble… es la negra Tomasa como la encarnación de un sueño irresistible, el sueño indiano por la supuesta isla de promisión, toda fortuna y felicidad: la Cuba soñada que la negra Tomasa representa este día.

La negra Tomasa representa a la negra mulata de sueños prohibidos… retrata una época de esplendor en la isla, que al soco del cultivo de la caña de azúcar, la gente se mezcló con personas venidas a trabajar en La Palma… Así, llegó el ritmo, el color… Por eso, todo lo que baila gesticula o se contonea la Negra Tomasa no resulta extraña para los palmeros…

Es lunes indiano, ya todos somos indianos. El uniforme obligado, de blanco riguroso, pronto va a ser reforzado: este es uno de los exclusivos aportes del carnaval palmero: la interminable, inclemente, incesante hasta el agotamiento, batalla de los polvos de talco. Toda persona, calles, coches… Todo cuanto se ponga o se halle al alcance de los combatientes se cubrirá hasta el emplasto con la nube blanca del talco que unos y otros lanzan literalmente en cantidades industriales.

Pero ¿de dónde viene esta singular manera de festejar el carnaval? se dice que en el siglo XIX, un barco dejó en el muelle su cargamento de harina pasada y que el pueblo lo uso para la broma; otros opinan que la costumbre llegó de Cuba, donde ciertos ritos africanos tiñen de blanco a sus seguidores. Incluso hay quienes quieren encontrar sus raíces en la Castilla del siglo XIV. Nada se afirma con absoluta certeza, lo cierto es que el blanco de los polvos uniforma a la multitud por completo con el blanco y tradicional uniforme indiano.

Y la negra Tomasa, personaje inventado por el amigo Víctor Díaz, también popularmente conocido, como “Sosó” con su genial aportación a esta fiesta única, encarna una vez más el sueño y la imaginación del indiano, de cuanto quisiera traer, trae o dice de su cubana aventura.

Pero ¿quién es la persona, el cuerpo y el espíritu que dota al personaje de tantísima vitalidad y expresión, de tanta verdad? ¿Son personas y personaje, casi, casi, una misma identidad?

¿Cómo se puede vivir con tan gran convicción a este fantástico personaje?

Si los indianos son en este extraordinario lunes de carnaval, el pueblo mismo de Santa Cruz de La Palma, la negra Tomasa es, en carne, hueso y alma Víctor Díaz. Acercarnos a él, es conocer más y mejor a la negra Tomasa, a su maravilloso sentido de esta fiesta. Víctor vive la fiesta desde su raíz; por así decirlo desde su paciente y concienzudo laboratorio de fantasía.


Nada de esto es extraño, Sosó es la fiesta: no representa a la fiesta: él mismo es la pura fiesta. Durante muchos años ha transformado parte de esa maravilla de gracia, ironía y poesía, alma canaria regalada al mismo, que es el baile de los enanos, que excepcionalmente, en las fiestas lustrales, nos brinda La Palma. Sosó, ha expresado al límite su sensibilidad bailando esta polca mágica durante casi tres décadas… pero su fuerza y su don le permiten todavía ir en cabeza de otras muchas celebraciones: Sosó abre las grandes fiestas como si empujase la proa de un poderoso barco: porta el mascarón, (papagüevo) la luna de Valencia ese perfil provocador, libre de perjuicios que promete jornadas de alegre libertad… Sosó encarna la fiesta; su vitalidad sus grandes y variados matices de carácter, su don para el baile, de parodia, de teatralidad, se complementan y afirman con su experiencia personal, porque también Sosó sabe que la fiesta compensa de una dura vida, cotidiana y laboriosa. Su creación de la negra Tomasa tiene un origen vivido. Sosó, conoce de largos, de interminables esperas, de paciente trabajo frente a un horizonte desierto por el que, sin embargo, un buen día aparecerá un velero de ensueño, el barco de regreso portando felicidad y fortuna, los sueños cumplidos…

La negra Tomasa, Víctor Díaz, el hombre, bailó de enano, la Luna de Valencia, Sosó, sabe de idas y venidas, de buenos y amargos regresos, de ausencias y de apasionados encuentros en su época de guarda muelle… por eso Sosó sabe de ese ir y volver del indiano, que amparado en el lema que atrajo a la emigración a América: “cinco años y una fortuna”. Por eso el indiano es cosa seria, cosa propia de la isla… de ahí el notable esfuerzo de todo un pueblo, que participa en esta parodia exagerada, para convertir los finales del esfuerzo de la página de la emigración, con esta grandísima fiesta, que es tanto como endulzar con gracia y fina ironía, la historia de un pueblo…


ALFREDO AYALA OJEDA