miércoles, 21 de septiembre de 2016

LOS SÍMBOLOS, NO SE RESPETAN

No hace mucho contacté con ilustres personalidades con la sana intención de levantar un acta sentimental referente a costumbres y tradiciones sobre el símbolo de Canarias: La Palmera. En mi peregrinar por el Archipiélago tuve ocasión de ilustrarme con Francisco Navarro Artiles que me documentó sobre el uso de las palmeras en los lechos de los barrancos como firmes mojones vegetales que marcaban los lindes... También sobre la leyenda de San Diego de Alcalá...

En la isla de El Hierro, en San Andrés, Tadeo Casañas “El Sabio del Hierro”, me dió toda un sabia conferencia sobre el uso de los troncos de la palmera para colmenas (Corchos), vigas cumbreras, comederos, vasijas para grano, cómodos asientos o frescas esteras artesanas...

Con José Miguel Alzola, en la calle de la Peregrina, en su despacho, me documentó sobre la herencia de las palmeras en las islas. Porque la palmera, se heredaba, se arrendaba, mantenían serventías de paso de aguas, ofrecían el fresco guarapo, obtención de miel de palma, jugosas támbaras y comida para los animales...

En Tazo, Alojera, Tagaluche, Benchijigua, Tamargada, Valle Gran Rey, durante nuestra estancia nos facilitaron el dato que existían en la isla mas de cien mil palmeras que endulzaban el agreste paisaje de la isla...

Pero en mi peregrinaje por las islas, estuve alrededor de los artesanos de la palmera en el Valle de Haría en su afanosa construcción de seretos y en la isla de La Graciosa, Carmen, veterana artesana, trenzaba a la sombrita, brazas de empleitas pa confeccionar los tradicionales sombreros gracioseros...
Recuerdo, en aquellos tiempos, leer aquellos versos del recordado Victor Doreste sobre la Palmera:

Desflecada y bohémica melena,
címbrico pararrayos del desierto.
Monstruoso girasol al cielo abierto.
De la sed del camello verde antena.
De los mares sin agua eres sirena
y mágico clarín en el concierto
que sólo escucha el caminante,
incierto en la desnuda eternidad de arena.
Nido y andén de bélicos halcones son tus palmas,
que alegran los balcones
en el umbral de la Semana Santa.
Por eso: desde todos los rincones de cristiandad,
el hacha se levanta,
y cuanto más te hiere, más te canta.

O estos versos de Juanito Vera, en la Oliva (Fuerteventura)

El día que yo me muera
se mueren mis arbolitos
pues sé que nadie los riega
cómo los regaba Juanito.

Pues yo le hecho poquito
porque sé por experiencia
que cuando se esta flojito
se debe comer poquito
pero con mucha frecuencia.

Todas estas conversaciones con gente dispar me ha permitido hacer algunas incursiones sobre algunos árboles que se han visto al borde de su desaparición o no han podido resistir el paso del tiempo...


Foto extraída de www.laprovincia.es

Hace unos días, con gran alarde tipográfico y sucesión de imágenes dos palmeras gemelas, (las palmeras que inmortalizó el pintor Oramas) y que a finales de los 60 el naturalista Kunkel, intercedió por ellas para que no las engullera el trazado de la autovía a Tafira, quedaron desvanecidas, cuan largas era, en la finca de Pambaso, al pie del risco de San Nicolás. Leí una y otra vez las distintas crónicas de estas palmeras centenarias y se me encogió el alma cuando compruebo que ni los símbolos se respetan.

¡¡¡Qué pena!!! ¡¡¡Qué tristeza!!!

ALFREDO AYALA OJEDA