sábado, 31 de enero de 2015

DESCANSA EN PAZ, AMIGO ADOLFO

Muchos fueron los colegas que, tras el fallecimiento del Caudillo, nos metimos por esos vericuetos buscando la costumbre, la tradición perdida en el tiempo. Tenderete, el clásico de televisión española en Canarias, había desaparecido de antena y comenzábamos a elaborar un nuevo programa bajo el título de “El Pueblo Canta”. Recuerdo que el primer contacto que mantuvimos para el inicio de las grabaciones, fue con el hoy desaparecido amigo Adolfo Santana, periodista de raza. 

Nos sentamos en la Plazoleta de Milton y conversamos largamente sobre los Ranchos de Ánimas, concretamente el de Valsequillo. Al poco, con todos los preparativos ultimados, nos desplazamos a distintas zonas del municipio y realizamos la grabación… Más tarde, con motivo de la grabación para el programa Senderos Isleños, quisimos levantar el acta notarial de lo que quedaba de esta costumbre y acudimos a conversar con Vicente Sánchez y con Adolfo Santana. Adolfo tenía un notable documento sonoro de una entrevista con Bartolito Coruña, que aportaba una valiosa documentación. Lo invité al barranco de Guayadeque para que nos hiciera unas declaraciones sobre el tema y nos facilitó distinto material gráfico…

Foto: Bartolito Coruña y Adolfo Santana

En otra de las ocasiones, en San Juan en Telde, la Agrupación Folclórica Arnao, me distinguía con un acto en el que se me nombraba “defensor del folclore” y, lo que son las cosas fue el mismísimo Adolfo Santana quien me presentó y versó sobre mi dilatada carrera profesional.

La última vez que tuve ocasión de estrecharle la mano y darle un abrazo fue en presencia del fueguista de Valsequillo Ramoncito, con motivo de una fiesta protagonizada por distintos verseadores.

Descansa en Paz amigo.

ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 25 de enero de 2015

GALLOS DE RIÑA, II PARTE

ALFREDO AYALA: “Si no fuera por las riñas, no existirían estos hermosos ejemplares”








El gallo procedente del sudeste asiático, desciende de la gallina roja de la jungla, y rápidamente, se extiende por todo el mundo... El hombre, atraído por tan fieros animales, a la vez que desarrolla toda una beneficiosa investigación por la avicultura, aprovecha el instinto de estos vistosos ejemplares, para que defienda su orgullo.

El casteador, dedica toda la vida a un único objetivo: lograr ese gallo invencible con el que todo criador sueña. Pone atención y conocimientos de años, en cada cruce parece que le va la vida en ello... Observa el comportamiento de los jóvenes pollillos desde que rompen el cascarón y pasan a la incubadora... Selecciona, de la camada, lo que estima mejor. 

En corto plazo de tiempo, los gallos, sueltos en amplios corrales para que se valgan por sí solos, ganan corpulencia y carácter... Delatan .su conducta en cada giro, en cada movimiento, en cada acción... De esa manera, el casteador que vive por y para el gallo, llega al convencimiento del ejemplar que llevara al reñidero...


El depositario de la confianza del casteador es el gallero. El gallero, nace y se modela con el paso de los años. Es el resultado de un ambiente..., de una observación continua, que aprende de los errores, que se funde con el animal...

Desde que el gallero recibe los gallos, todo un ritual se pone en marcha... Desparasitado, para evitar epidemias... atusado para que el gallo este mas fresco y se le vaya curtiendo la piel...intensas jornadas de entrenamientos... Todo ello encaminado a que el gallo, cuando acuda a la valla esté en las mejores condiciones físicas. Es un proceso que se desarrolla casi en la más absoluta soledad. En la valla, usando un engaño, que el gallero denomina "cachiporra", los gallos adquieren picardía, esquiva, veteranía... 

En la casa de gallos, en vísperas del comienzo de la temporada, se procede a la selección de los ejemplares que defenderán al partido. Es el momento de apartar a los gallos adecuados y de descartar a los que no han dado la talla...

Es imposible mantener los gallos, durante toda la temporada de riñas, en perfectas condiciones físicas. Por eso el gallero, cuando alguno está alterado, lo somete a una sesión de relajamiento...

Para ello, dispone unos revolcaderos individuales. Unas jaulas cilíndricas, depositadas en la tierra, en cuyo fondo se extiende una buena capa de estiércol... El gallo, escarba y se revuelca en su afán de encontrar una buena ración de gusanos... Durante la búsqueda, el gallo, picotea, se relaja y olvida su espíritu guerrero...

Viéndolos aquí, revolcándose, distendidos, indiferentes a cuanto les rodea, no dan la impresión de ser esos temibles animales... incluso cuando siente el calor de las manos, el gallo hasta se acurruca en las manos del gallero.

El relajamiento continúa en estos jaulones, en los que los animales quedan expuestos al sol para que se sequen... Si la temperatura es baja, los gallos pasan al salón para evitar enfriamientos. Una vez finalizado el tiempo de relajamiento, el gallero, se esmera en limpiarlos adecuadamente. 

Cuando se acerca la hora de la comida, a los gallos se les trata como atletas de alta competición. Además de una dieta muy estricta, reciben una sobrealimentación rica en calcio y vitaminas que el gallero y su ayudante, preparan cada día.

En un recipiente, amasan zanahorias, almendras, huevos, plátanos... y a todo esto se le añaden unas cucharaditas de calcio y unas tazas pequeñas de gofio. Con estos ingredientes se hace una pella que en el argot gallístico se conoce con el nombre de "amasijo".

Fuera del jaulón, sobre los largos mostradores de cinc se sirve, a criterio del gallero, la adecuada ración...

Mientras los gallos devoran con ansiedad el preparado, los observa uno a uno para ver en que estado se encuentran... Por la noche, para entretener, se le suele dar un poco de verde, alfalfa o unos granos de alpiste. El agua nunca falta en estas dos comidas, pero después de que el gallo, tras unas picadas, vira la cola, se le retira...

Mantener esta tradición es muy caro y exige grandes esfuerzos. Los propietarios de las casas de gallos se las ven y se las desean para cubrir los elevados gastos de la crianza y adiestramiento... El coste mensual se acerca al medio millón de pesetas, sin contar comida, medicinas, agua, etc... Casi a título amistoso se logran algunos ingresos por publicidad, poca cosa... Para el criador todo son pérdidas: la única ganancia se cifra en la satisfacción de ver combatir a su gallo y que la victoria le sonría.

El preparador, aunque lo sabe, pasa por la balanza a cada uno de los ejemplares para confirmar su peso. Si alguno no llega, no hay problema; pero si pesara mas de lo debido, el gallero experimentado tiene recursos suficientes para no perder la riña en la báscula. 

En las peleas casadas, la diferencia, es de una onza, medida británica que aquí, al cambio, se simplifica con el peso de una vieja perra de cobre o una moneda de veinte duros.

Casteador, gallero y gallo, en un silencio roto sólo por el canto de los animales, anotan el peso de los siete ejemplares que mañana acudirán al reñidero... La tensión del momento se refleja en el semblante del casteador y del gallero.
  


FOTO: PACO RIVERO-FIESTAS DE SAN SEBASTIÁN EN GUÍA

Cada uno de los siete gallos elegidos para el primer domingo de riñas, es revisado minuciosamente...


A los gallos que cuentan con espuelas propias, se las rebajan y pulen con un papel de lija fino... Después la espuela muy afilada se limpia con limón...

Uno a uno, a los ejemplares que son de "pata rasa", es decir, que no tienen espuelas, se les colocan unas postizas... Esta operación se hace siempre en vísperas de la riña para que el gallo se vaya acostumbrando... Idéntica operación se realiza con todos aquellos que tienen las espuelas en malas condiciones... Un producto casero, hecho por los propios galleros, sirve para pegar las prótesis.

Las espuelas pueden tener entre los 26 y 37 mm.. Esto no significa regla fija para el gallero que es muy libre de colocarle al gallo la medida que crea conveniente.

El empleo de espuelas, agiliza la lucha y la acorta, impidiendo que la riña se prolongue innecesariamente. Las espuelas deciden de forma rápida quién es el ganador de la pelea.

Cada gallero guarda, en una cajita, distintos tipos de espuelas extraídas de gallos ya desaparecidos. Estas prótesis, meticulosamente preparadas, se adaptan a cada uno de los animales que carecen de ellas, pues las espuelas de acero o navajas, están rigurosamente prohibidas en Canarias...

Con el amigo Antonio Hernández, veterano criador, hablé en sus criaderos… recorrimos sus instalaciones y me contó aspectos, para mi desconocidos y me recordó algunos de los mas famosos castios que marcaron época... 

"Una vez tuve unos gallos que le llamaban los "vinos tinto" que recorrieron casi todas las islas. Fueron unos gallos bastante buenos que llegaron a pelear hasta cinco o seis en un domingo, en una tanda de siete a pelear hasta cinco y seis y ganar casi todos. Tuve, tuve una época que tuve gallos bastante buenos. Tengo de todo, como todos los casteadores, el que saca gallos, saca buenos y saca malos así que también tengo gallos malos. No voy a echarles flores a todos. Pero sobre todo esa época de los "vinos tinto", fue una época gloriosa para mí. Pero no dejo tampoco de reconocer que tanto Domingo Díaz como don Juan Rodríguez, como Antonio Marrero, Argeo Hernández, todos esos señores sean de Telde sean de Arucas han tenido también muy buenos castíos de gallos. Domingo Díaz, por ejemplo, tuvo unos gallos que le llamaban los "Colas largas" que fueron unos gallos extraordinarios y entre todos ha habido siempre gallos buenos... Don José Hernández López, tenía muy buenos gallos, don José Araña tenían también muy buenos gallos. Eso es así. Cuando le toca a uno tener una raza buena pues la tiene. A lo mejor tiene durante un par de años un acierto y después está otro par de años peleando lo que se sale a ver si liga otra vez o no liga..."
Tras acicalarlos y mecerlos, cada uno pasa a ocupar el jaulón asignado. El animal, nada mas tocar el piso, camina de puntillas y observa detenidamente en lugar donde está. Entonces, marca con sus defecaciones, el territorio. Esta conducta del gallo la aprovecha el gallero para que elimine peso en caso necesario... Si el gallo debe recuperar peso, se le pone un poco de agua para que de unas picaditas. 

Los gallos rivales del partido, acuden a la gallera, puntuales a la cita, siguiendo el mismo ritual...

Para evitar infecciones y contagios, los gallos, uno a uno, se limpian, una vez más, cuidadosamente...

El público muestra una gran animación. La gallera vibra con ese calor que solamente se produce al soco de lo auténtico, de lo verdaderamente tradicional y popular, y aunque no son numerosos los aficionados que se dan cita en este primer domingo de riñas, casteadores, preparadores y aficionados, mantienen un ambiente bullicioso y cordial en el que se comentan hazañas gloriosas de otros gallos... de otras épocas. 

Pero, ahora, ha llegado el momento de ver confirmadas sus esperanzas o reservas sobre este o aquel ejemplar... de descubrir el gallo revelación, al campeón indiscutible que todo aficionado espera siempre... Todos han venido a aplaudir al mejor y a saborear la victoria del ejemplar que represente a su partido.

El gallero, acompañado del soltador, saca el primer gallo al reñidero... Los rivales, hacen lo mismo... Esta ceremonia protocolaria continúa manteniéndose inalterables... 

La báscula valida la igualdad de los gallos...

El gallo luce su alta preparación. Camina acompasado, de puntillas, como si de un boxeador estilista se tratara... El posible campeón está ya en el "templo de la verdad", donde se decide la noche o el día... Porque para el gallo de pelea el reñidero es una frágil línea que separa la vida, de la muerte... él parece saberlo y aceptarlo con una altivez y una valentía sin límites...

Como inicio de la temporada, los aficionados, piden para que las riñas, en general, sean buenas... También, es el momento de recuerdos para galleros fallecidos...


El público espera que su ejemplar se alce con la victoria... Los rostros de los aficionados que rodean la valla son el espejo donde se reflejan todos los pormenores, de las riñas. Se diría que los gallos luchan también dentro del corazón de cada aficionado.
  


Los soltadores de uno y otro partido miden los gallos en la pesa... Los encaran... lucen ambos ejemplares su arrogancia y en los continuos revuelos se confunden los colores... Buscan con sus picos fijar el objetivo para clavar sus afiladas espuelas.... Ningún aficionado pestañea para no perder detalle de la riña... Unas riñas suelen ser largas... otras, como en este caso, duran poco menos de un minuto...

Viendo el coraje que desarrollan en la lucha estos gallos, recordamos la cita histórica del general ateniense Temístocles que, ante de la batalla de Salamina, dirigió una alocución destinada a alentar el valor de sus huestes les pregunto si estaban dispuestos a imitar, en defensa de su patria, el encarnizamiento de aquellos gallos, que en la soledad del monte, luchaban a muerte sólo por el placer de vencer.

Volviendo a la realidad del reñidero las peleas de gallos, desde siempre, han despertado sentimientos encontrados. De un lado, la condena que hacen los defensores de los animales; de otro los aficionados que siguen con auténtica devoción el dictado de la costumbre...


Atrás quedaron para el recuerdo aquellos históricos recintos de la calle Santa Bárbara, en la antigua y señorial Vegueta, el solar donde hoy está construido el Cabildo Insular de Gran Canaria, el Circo Cuyas, el Viejo Campo España, el Nuevo Campo España, en Shamann o el campo de fútbol “Pepe Gonçálvez”.

Actualmente, aunque las peleas de gallos no gozan del clamor popular de antaño, podemos decir que galleros y seguidores, cuentan, desde 1.980, con un recinto adecuado para celebrar la temporada de riñas. De esa manera, se ha dado respuesta a la reiterada petición de la amplia familia gallística.

Hoy, las riñas de gallos, costumbre heredada de los ingleses constituyen una de las más antiguas tradiciones de Canarias.

ALFREDO AYALA OJEDA


jueves, 22 de enero de 2015

GALLOS DE RIÑA

¡¡¡ ARRIBA EL TELÓN!!!

Muchos días y noches, acompañé a destacados cuidadores de gallos de pelea. Durante ese tiempo vi a pollitos que sólo ponerse de pie, con los ojos cerrados, empezar a mostrar su instinto de pelea… incluso hablé con un famoso boxeador teldense que combinaba sus combates de boxeo con el cuidado y el entreno de los gallos.

El gallo rasga el alba..., hiere la madrugada. Es como clarín del día anunciando que la vida es lucha. Pero lucha limpia y entre iguales. Porque el gallo es gladiador: desde el amanecer busca siempre al mejor entre sus rivales, y ante éste sobrevive o perece. Así le hizo la naturaleza. La gallardía de su perfil, su animado plumaje, su gesto retador, que incluso desafía al aire... hacen que la estampa del gallo sirva de modelo a ideales de valor, independencia y libertad.

El gallo de pelea es un valiente corazón que no rehuye su destino. Nadie podría obligar a pelear a un animal tan fiel a su instinto. La naturaleza sabrá por qué hizo al gallo tan luchador y temerario.


Parece ser que la variedad jerezana estuvo en el origen de las castas que habían de enriquecerse en manos de los casteadores canarios.
Tampoco debe olvidarse las grandes relaciones que desde siglos han mantenido los ingleses con las islas. Y en este caso, el interés de los gallos habría de verse muy estimulado por la influencia británica.

Con la ilusión de lograr campeones, de ver triunfar a los ejemplares que representen a su partido, los aficionados acuden cada diciembre a depositar a sus animales en la casa de gallos. Allí, no contarán ilusiones, esperanzas, ni cuidados recibidos: allí manda y vale solamente el coraje y el valor de cada gallo.

Todos aportan sus experiencias y los resultados de unos cruces, acertados a veces y equivocados otras; pero eso, cuando se ha hecho a conciencia, no desanima ni envanece al buen casteador: el siempre buscará al gallo campeón indiscutible, al mejor que pueda soñarse, al único. Y es seguro que eso siempre lo va a seguir intentando.

El casteador hará los intentos de cruces que crea oportuno. Incluso, algunas veces, apostará a la suerte, como echando los dados al azar... podrá acertar o no, pero siempre será la herencia materna la que determine a la postre si un gallo será o no ese imparable campeón que todo aficionado espera.

Casteadores, galleros, soltadores y aficionados coinciden en calificar el combate entre dos gallos, como deporte natural, organizado y reglamentado por el hombre...
Muy fuerte debió ser esta pasión, cuando sabemos que en 1.785, el Corregidor de Tenerife, encuadró las peleas de gallos entre los juegos prohibidos, aplicando la voluntad del civilizado y reformador monarca Carlos III. Pero no lo entendió así La Audiencia, que se declaró a favor de las riñas de gallos, aduciendo su carácter tradicional, su aceptación por parte de todas las clases sociales, y su convivencia. Se las consideró un entretenimiento dominguero, y se aconsejó celebrarlas después de La Santa Misa, en días festivos y con presencia del propio corregidor. En esta, como en otras muchas ocasiones, el observador no avisado se impresionaba con lo externo de las riñas, sin ahondar en el fondo, es decir, en la naturaleza misma del protagonista, el gallo, cuyo instinto irrefrenable le arrastra siempre al combate con sus congéneres, y en condiciones naturales mucho más duras que cuando lo hace tras haber sido seleccionado y preparado por el hombre.

Convencidos por larga experiencia de que el instinto del animal es su destino, los hombres que seleccionan, preparan y, finalmente, sueltan al gallo en el reñidero, emplean para ellos unos conocimientos, unos esfuerzos y uno medios materiales difíciles de valorar con palabras que les vengan justas. Es una observación y unos cuidados tan amorosos que pueden calificarse como sabiduría. El gallero no se improvisa, ni tampoco se forja en los libros. Un buen gallero es el resultado de un ambiente, de un calor donde se esté en auténtica convivencia con el animal, desde su nacimiento hasta el instante mismo en que ya pueda enfrentarse en la gallera. Para ello serán precisas larguísimas horas de atenciones, de entrenamiento, de paciencia para que todas las cualidades del emplumado gladiador se sincronicen y desarrollen sin un fallo, en un perfecto orden de victoria, llegando al límite de su poderío.

La ética, el orgullo del criador, el servir y no defraudar la confianza del partido que le encomendó sus esperanzas en un prometedor ejemplar...el cariño y entendimiento que se establece hacia el animal que se prepara, las expectativas de triunfo...todo ello otorgan un sello de seriedad y de palabra empeñada, de noble compromiso que se trasmite al espíritu mismo de la pelea, y a cuantos aficionados acuden a la gallera con la confiada ilusión de que su gallo es el mejor y, por ello, se alzará esta vez con la victoria.

El gallero hará lo posible, maravillas, para que el gallo a él confiado, luzca sus cualidades. Pero siempre contando con que el animal muestre casta, y ello dependerá de la sangre que el ejemplar haya recibido de su madre: la gallina le habrá trasmitido el factor determinante del valor y del coraje.

En la gallera, la vida del criador tiene mucho de monje entregado a una incesante obra de superación y de entrega. Estará pendiente a toda hora y en todo momento del animal que se le haya encomendado. Llegará incluso a dormir al pie del jaulón, vigilante incansable del estado del gallo al entrena.

Dentro de unas funciones comunes, desparasitar, atusar el plumaje, cuidar al mínimo detalle limpieza y alimentación... en medio de un implacable programa, donde todo está medido exactamente, cada criador introduce sus propios métodos de adiestramiento, su particular y singular tratamiento, adecuado también a cada gallo en concreto. Pues cada gallo tiene un personal temperamento y condiciones físicas, y el buen criador las sabe descubrir y estimular su desarrollo.

El preparador trabaja incansables de sol a sol. Nada pueden dejar al azar. Ahora las actitudes desafiantes del gallo, sus muestras de combatividad, su arrogancia creciente simbolizan ya las expectativas de triunfo, el orgullo del partido al que tan soberbio ejemplar va a representar. Pero el cuidador no cesará en su trabajo hasta el segundo mismo en que su ejemplar pise el reñidero, delante del digno rival y ante una afición que tiene depositada en él toda su confianza.

En los salones de la casa de gallos se disponen convenientemente los jaulones para evitar corrientes de aire. A los gallos se les trata como atletas de alta competición. 


Durante tres domingos consecutivos, los gallos acudirán a la valla para que se observe su genio, su bravura... A la primera pechada acuden muchos criadores. Se sitúan en torno al linde de la valla para ver las condiciones de su gallo. Esta primera pechada puede resultar desalentadora. El gallero, para evitar lesiones, moja el pico de su ejemplar con saliva, impidiendo así que se agriete o descascarille.

Los gallos criados en el campo, sin apenas oír ruidos desconocidos, suelen extrañar el ambiente que se respira en la gallera. Pero ya a la segunda pechada esta más acostumbrado a cuanto le rodea. Y llega el gran momento de la selección, cuando las esperanzas pueden redoblarse o desmoronarse, cuando la desilusión escuece con el jarabe infalible de la verdad. Llegó el momento de la criba y devolver al gallinero los ejemplares no aptos para combatir.
En esta tercera y definitiva pechada, con protecciones en las espuelas, se les somete a una sesión de lucha en la que se decide que gallos se quedan y cuales se descartan. La búsqueda de los mejores se mantiene hasta las últimas consecuencias: desde que se elige al pollo hasta que, ya gladiador adiestrado y armado, se le suelta en la valla.

Más tarde, si el gallo está alterado, hay que relajarlo, para ello se disponen en unos revolcaderos en cuya tierra se pone abundante capa de estiércol, para que escarbe en busca de insectos… Nada pueden dejar al azar, los cuidadores.

Se les adiestra en la valla durante casi un mes. El gallero emplea toda su sabiduría en enseñarle al animal la esquiva, la manera de ofrecer menos blanco a su rival. El gallero quiere hacerle resistencia, fortalecer también su confianza. Le cuida y le mima, le curte y la hace flexible. Busca convertirlo en una maravilla de músculos, agilidad y coraje, armando con rigor su esgrima temible, de gladiador para la que ha nacido.

A la forma que tienen los gallos de luchar se la conoce en este ambiente por arte o juego. Y de la misma manera que sucede con boxeadores, luchadores o futbolistas, que no actúan todos por igual, sucede con los gallos. Así los hay "de salida" porque emplean una táctica huidiza, evitando con sus movimientos constantes de cabeza, los picotazos del contrario; "agachadizos", porque se aplastan debajo del rival para no ser heridos. "De pecho", peleadores y astutos que pican siempre en el buche del otro. "Derechos" que combaten con el cuello y la cabeza rectos; los "amarrados", que se meten de las alas del enemigo...

En Canarias, tradicionalmente, el gallo que gusta es el de los llamados de "arte". Pelean maravillosamente, moviendo la cabeza para no dejarse picar; baten fuerte, dando, de cuando en cuando, revuelos cortos para despistar al contrario. Su mirada es de fuego y su pico de águila. Es un gallo valiente y aguerrido hasta el final, esbelto y fino de pico, con mucha alzada y un peso entre tres con seis y cuatro libras.

Pero los alados gladiadores tienen una cita inaplazable y esa fecha está a punto de cumplirse. Atrás quedan adiestramiento, enseñanzas y pruebas. Llegó la hora de la verdad. Y como cada año, el primer domingo de febrero, cada uno de los siete gallos que saldrán a defender el orgullo del partido, es meticulosamente preparado.

Cada partido aporta siete gallos, “LOS SIETE MAGNÍFICOS”, llegan en el interior de oscuras bolsas hasta el Circo Gallera. Cada uno es soltado en su jaulón correspondiente. Ahora, de su comportamiento en el reñidero, dependerá el orgullo del partido, el reconocimiento al trabajo del preparador y el prestigio del criador, pero en todo ello el gallo apostará su propia vida a todo o nada. En los momentos previos al combate, el gallo luce su alta preparación. Camina acompasado, de puntillas, como si de un boxeador estilista se tratara. Mira desafiante a su alrededor, no le importa ser el centro de atención de los aficionados que acuden a la gallera. El presunto campeón está ya en el "templo de la verdad", donde se decide la noche o el día... Porque para un gallo inglés la valla es una línea que separa la vida de la muerte...él parece saberlo y aceptarlo con una altivez, un orgullo y una valentía sin límites.

Se les ha tenido sin probar bocado durante veinticuatro horas. Están irritados y se muestran muy poco sociables, se fajarían con su propia sombra. 

Uno a uno se les va colocando las espuelas a los ejemplares que son de "pata rasa", o a aquellos que las tienen en malas condiciones. Las espuelas impide que la riña se prolongue innecesariamente, perdiendo así espectacularidad aunque, ganando en encarnizamiento. Las espuelas deciden de forma rápida y sin dudas quién es el ganador de la pelea.

El público muestra una gran animación. La gallera vibra con ese calor que solamente se produce al soco de lo auténtico, de lo verdaderamente tradicional y popular. Ningún aficionado ha querido perderse el inicio de la temporada. Es el momento de ver confirmadas sus esperanzas o reservas sobre este o aquel ejemplar...o descubrir el gallo revelación, al campeón indiscutible todo aficionado espera siempre y guarda en su deseo... Todos han venido a aplaudir al mejor y saborear la victoria del ejemplar que represente a su partido.

Va a dar comienzo la primera pelea. Los rostros del público que rodea la valla son ya como el espejo donde se reflejarán todos los pormenores, esperanzas y decepciones de las riñas. Se diría que también luchan los gallos dentro del corazón de cada aficionado.
Esta tensa concentración sólo se verá suavizada por alguna voz proponiendo una apuesta: "¡mil al colorao!", que se repite hasta que se acepta con un simple "¡va conmigo!". No es un juego de cantidades importantes, sino un rito fundamentado en el respeto y en la seriedad: una vez terminada la pelea, el perdedor se levanta de su asiento para abonar lo pactado. Aquí no hace falta notario que levante acta. La seriedad de la apuesta posee todo el valor de la palabra dada entre hombres cabales, de punto, de una sola palabra. 
Ya el gallo late en las manos del saltador. Todas las miradas esperan del gallo que cumpla lo que parece; una forja vida, un perfecto acuerdo entre musculatura y nervios, entre elegancia y combatividad, entre coraje y pundonor.

El público espera que su ejemplar se alce con la victoria... Pero acaso el valiente gladiador emplumado vaya mucho más lejos, pues para él este combate lo significa todo. Allá va la suelta, y con ella el destino de animales nacidos, criados y preparados para ser, o César o nada. 

ALFREDO AYALA OJEDA

martes, 13 de enero de 2015

ÚNICA DANZA FÁLICA DE CANARIAS, “EL PÁMPANO ROTO”

Corría el año de 1.989 y hacía algún tiempo que venía recuperando material de alta importancia para los archivos de Televisión Española, en Canarias. Algunas grabaciones de gran valor documental pasaron por mis manos. Era, un material valioso que andando el tiempo serviría para que en un futuro, generaciones venideras, pudieran no solo comprendernos mejor sino conocer con más detalles algunos aspectos de la historia de nuestras islas… Uno de esos miles de documentos pertenecía al extraordinario programa etnográfico “Raíces” y estaba fechado en 1.975…
Este año se caracterizó por el fallecimiento del Generalísimo, la entrega vergonzante del Sahara y la desbandada de numerosas personas que se lanzaron al campo para intentar recuperar, -muchas con más voluntad que acierto-, algunas de las tradiciones que se sabían nuestras y que se consideraban desaparecidas…

“TENDERETE”, había dejado de emitirse y comenzábamos con otra programa también dedicado al folclore: “El Pueblo Canta”… y le siguió otro que recorrió los 87 municipios del Archipiélago: “Canarias Viva”, dirigido por el amigo Guillermo Aguado, presentado por Díaz Cutillas y producido por mí…

Pero volvamos al tema que ocupa el centro de este artículo “EL PÁMPANO ROTO”, única danza fálica conocida en Canarias…

Hice acopio de material y mantuve entrevistas con Vicente Sánchez Araña, en su museo, de Santa Lucía; con Adolfo Santana que había realizado para el periódico Canarias7, un trabajo sobre el tema y con Lothar Siemens, que había realizado un interesantísimo y profundo trabajo de campo…

Y con todo ello, nos lanzamos al barranco de Guayadeque…

Al alba, llegamos al escenario del Pámpano roto. Quizás, levantar este programa de poco más de treinta minutos de duración, fue uno de los grandes inconvenientes que debimos sortear porque los moradores del barranco eran muy parcos en el decir, la orografía es muy abrupta y, sobre todo por lo disperso de los núcleos habitados… pero sí estábamos convencidos que nos encontrábamos en el mismísimo escenario, donde se dice se desarrollaba este juego o baile que de ambas maneras se recuerda hoy en día…

El barranco de Guayadeque, situado al este de Gran Canaria, se abre en la cumbre, desde la Caldera de los Marteles, y desciende por los pagos de El Surco, Miraflor, Montaña las Tierras, Cuevas Muchas y Cueva Bermeja o Guayadeque. En su mayor amplitud cruza entre los pueblos de Ingenio y Agüimes, bordea El Carrizal y acaba en el mar, muy cerca del aeropuerto de Gran Canaria.

                                     Foto: Barranco de Guayadeque

En la zona de Guayadeque, constata la arqueología un largo asentamiento aborigen que, tal vez, se remonta hasta la prehistoria. Pero tras la conquista, la ubicación de este barranco, de muy difícil acceso hasta hace muy pocos años, lo limitado de sus recursos naturales para asegurar la subsistencia a un amplio número de moradores ha propiciado un casi permanente aislamiento, próximo a la marginación.

Hoy en día, los poblamientos están alejados y dispersos; muchas de sus antiguas cuevas siguen siendo utilizadas como vivienda y la soledad continúa determinando una de las características, más peculiares del barranco y sus gentes.

A finales de los años sesenta, el número de sus habitantes era prácticamente el mismo que el reflejado por un documento censal del siglo XVIII.

En teoría, estas condiciones configuran a Guayadeque como un espacio muy favorable al mantenimiento de tradiciones y costumbres que en otros lugares, más abiertos y concurridos, resultaría difícil preservar. Sin embargo el barranco no revela sus secretos. Como ensimismado se enseñorea con su propio silencio y sus altivas soledades.

Sobrecoge la soledad de estos parajes; pero no turban menos los testimonios que nos ofrece la arqueología y los fragmentos, recuerdo de ciertas celebraciones y creencias, que han pervivido por tradición oral hasta el presente.

Apareciéndose del misterioso pasado, surge de Guayadeque la memoria de una desconcertante celebración: la única danza fálica, conocida hasta la fecha en el Archipiélago Canario. Nos estamos refiriendo al “baile del pámpano roto”.

                                           Foto: Ñamera

El pámpano roto... una celebración al parecer exclusiva del barranco de Guayadeque; algo todavía cercano que los mayores dicen haber oído relatar en su niñez o juventud a los más viejos, quienes, a su vez, testimonian haber escuchado de sus padres o abuelos... Proponiéndonos así una larga cadena que libera de precisiones y compromisos; porque nadie, que se sepa, confesó nunca categóricamente haber tomado parte en el Pámpano roto. Nadie lo había vivido ya en primera persona.

Pero ¿Qué es el Pámpano roto?, ¿Qué se sabe acerca de tan extraña y singular práctica?

El folclorista e investigador Lothar Siemens, allá por los años sesenta, investigó esta tradición sobre el propio terreno del barranco, cuando todavía no existía la actual carretera que lo hace accesible y rompe, al menos formalmente, su primitivo aislamiento. Lothar Siemens iniciaba así una serie de aproximaciones rigurosas al “baile del pámpano roto” y al no menos singular contexto que lo albergaba.

Hoy, cuarenta años después de que Lothar Siemens hiciera su investigación, con unas comunicaciones que permiten el acceso a voluntad, pudimos verificar que los informantes continuaban manteniendo las mismas versiones, aunque su origen sigue tan oscuro como entonces.

Después de varias charlas con Bartolito, hombre dicharachero y partiendo de su relato, mantuvimos contacto con el grupo teatral “Los Agüimenses” sin cuya colaboración nos hubiera sido imposible efectuar las distintas escenas ilustrativas que, sobre las distintas versiones del pámpano roto existen en el barranco. Siguiendo puntualmente las indicaciones de nuestro informante, tratamos de reproducir estas escenas lo más exactamente posible...

El interés por “el pámpano roto“, reapareció en la década de los setenta, con los nuevos vientos democráticos que propiciaban la recuperación del acervo cultural del pueblo, largos años olvidado, mitificado o prohibido.

Fue en mil novecientos setenta y cinco, cuando el periodista Adolfo Santana, volvió a investigar el fascinante tema del pámpano roto. Adolfo Santana recorrió el barranco de Guayadeque, por sus más apartados pagos y habló con sus más aislados moradores. Sus indagaciones estuvieron plagadas de dificultades y silencios; pero Adolfo Santana logró entrevistar al último informante que vivió en los tiempos en que el pámpano roto todavía se celebraba. El informante, ya fallecido, Bartolito Coruña, contaba en el momento de la entrevista noventa y tres años de edad.

                               Foto: Bartolito Coruña y Adolfo Santana

Según este relato, en su época ya no se bailaba el pámpano desnudo; pero si antes, cuando se celebraba en las eras y en cuevas....

Estas declaraciones de Bartolito Coruña aportaban aspectos más primitivos, oscuros y dramáticos a la celebración del pámpano por él evocada. El anciano habló de danza a la exigua luz de un candil, bailando los participantes al son de un tambor, y atravesando, posiblemente frenéticos, la noche hasta el último jadeo y hasta el amanecer.

La danza se efectuaba en filas enfrentadas… la mujer, se cubría sus partes con siete hojas de ñamera y el hombre, con su falo erecto y las manos unidas y en la espalda, intentaba perforar las hojas hasta llegar a la mujer… si lo lograba, el emparejamiento quedaba en firme…

Por la trasera de Montaña la Tierra, mantuve otra conversación sobre tan espinoso asunto… Allí, en la entrada de su casa, hablé con don Manuel Martel, quien me volvió a contar en qué consistía la danza y me repitió lo mismo que le había dicho Bartolito Coruña, al amigo Adolfo Santana… Incluso, cuando atosigué a don Manuel Martel con distintas preguntas, casi ofendido me dijo: “yo se lo escuché a mi padre y mi padre, no miente”.


                                        Foto: Montaña La Tierra

La existencia del pámpano roto se extendió más allá de los límites de Canarias. En mil novecientos ochenta y uno, el programa etnográfico “raíces” de Televisión Española se trasladó a Guayadeque para tratar de recoger toda la información posible acerca de esta insólita celebración.

Después del programa “Raíces” una larga década volvió a silenciar el espinoso asunto del pámpano roto.

Hoy, la nueva carretera y el progresivo afeamiento y deterioro del paisaje, al modernizar muchas de sus viviendas, tornaron aún más extravagante esta tradición, y dieron al barranco un aspecto todavía más ajeno e irreductible ante los tiempos nuevos.

Ante este panorama de deterioro amenazante y de renovados mecanismos del olvido que suponen los cambios bruscos sobre el medio rural, las interrogantes que plantea el pámpano roto, precisamente por su extraordinaria singularidad, van tomando un creciente interés etnográfico, folclórico y antropológico.

¿Pudo evolucionar el pámpano roto desde los ritos iniciáticos y las danzas fálicas hasta convertirse en un juego de entretenimiento en las velas de parida, sirviendo también como mecanismo para que la mujer eligiese pareja? Pero ¿cuál fue su raíz y su genuina representación?, ¿es un elemento cultural aborigen autóctono? y si no lo es ¿de dónde, cómo y cuando llegó a Canarias?, ¿por qué el pámpano roto no se conoce en otra isla del Archipiélago que no sea Gran Canaria? Y ¿por qué aquí su tradición se circunscribe únicamente al barranco de Guayadeque?...

De una pregunta a otra el misterio del pámpano roto permanece impenetrable.

Un gran “si...pero no...” ordena y desordena las conjeturas.

Flota en el barranco de Guayadeque un silencio grave y reverencial, como de templo abandonado o destruido. Es un silencio extraño, participativo; tal vez con cierto grado de ocultamiento, de defensa incluso. Podría pensarse que sobre el barranco gravita un silencio, que es mucho más que ignorancia y desmemoria. Y bajo este silencio, también parece cubrirse el baile del pámpano roto: un misterio, que tal vez decidiesen sellar para siempre quienes mejor y más directamente lo conocían.

Hemos andado y reflejado lo mejor posible los ásperos paisajes del barranco con el amor y la reverencia de quien pisa una tierra, que en gran medida lo es de sus propios ancestros. Sin triunfalismos pero con convicción, creemos poder decir que sobre el pámpano roto, hoy por hoy, esto es lo que hay.


Todavía, sobre el pámpano roto, no aparece ningún asidero firme al que acogerse sin reservas. Por el momento, el baile del Pámpano roto queda como uno de los aspectos más misteriosos, turbadores y extraños de la cultura popular de las Islas Canarias.

ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 5 de enero de 2015

LA PIEDRA DE LOS VALIENTES

Tiempo hubo en que quise llegar un poquito más allá y buscar por nuestra geografía las distintas “piedras de los valientes” que habían en nuestras islas…. Tuve, por supuesto, intentos fallidos y largas e inútiles caminatas… Pero podía más mi curiosidad que los reveces que me imponían la falta de orientación y mi poco hábito a caminar por pinas laderas…

Pero un día, conocí a Emiliano Guillén… Entusiasta que me llevó a conocer la, para mí, mítica “Piedra de los Valientes”… Habíamos quedado en Arico a una hora temprana y llegamos puntuales a la cita…El guía, como siempre, me dijo cuando emprendimos el camino que estaba ahí cerquita de la carretera. Pero caminamos y caminamos y parecía que no íbamos a llegar nunca….Cada vez veíamos el Teide como se nos agigantaba al acercarnos a él y aún quedaba un buen trecho para llegar… Hasta que por fin, en un lado del camino, en un terreno con muestras de haber estado despejado y limpio en otros tiempos, nos encontramos frente a la desafiante y auténtica Piedra de los Valientes.


PIEDRA DE LOS VALIENTES

Había distintas piedras, algunas rodeadas de otras pequeñas que la encerraban en un círculo…. Eran de distinto tamaño, pero una era desmedida… y como siempre aparecieron las conjeturas… así a ojo yo le pongo uno 150 kilos otros le ponían menos…

La piedra era mal amañada para cogerla. Incluso entre dos lo intentamos pero nadie la movió… Emiliano, que conocía la zona como la palma de la mano, me dijo pues todavía vive la última persona que le “dio aire” a esta piedra… (Darle aire a la piedra es despegarla del suelo)

¿Y dónde esta ese hombre? Emiliano.
Me dijo aquí, en el pueblo…. Hicimos unas fotos para el recuerdo... 


EQUIPO DE "SENDEROS ISLEÑOS", JUNTO A LA PIEDRA DE LOS VALIENTES

Y emprendimos el regreso… cuesta abajo parecen que las penas son menos, le dije a Emiliano…

Es que la caminadita se las trae y sobre todo estar caminando por el medio de pinocha, sin el calzado adecuado y sin estar acostumbrado, se pega al riñón…

Tenía prisa por llegar. Quería estar frente a frente al último titán capaz de "darle aire" a esta mítica piedra. Tocamos en una modesta vivienda y nos salió una señora. Pregunté por su padre… un momento… y tras unos minutos de espera apareció un cacho hombre de mucho cuidado. Era, Don Alfonso Morales, y nos atrevimos a molestarle lo suficiente hasta que, amablemente, accedió a una entrevista.

Es D. Alfonso Morales, a sus recios ochenta y tres años, la imagen misma del hombre sencillo y serio, pleno de una fortaleza y un vigor empleados en el trabajo interminable de los campos. Es un anciano de noble apariencia que nos causó respeto y admiración. Estábamos ante un gigante bondadoso y discreto, que no le da importancia a lo que ha hecho. Estábamos ante un auténtico guanche redivivo, tal como la imaginación y el sentimiento nos lo dibujan.


Don Alfonso, cuando me dio la mano, se notaba a pesar de sus ochenta y tantos años, el fecho que tenía… que era un hombre trabajado y fuerte… que no le daba importancia a lo que había hecho y nos demostró con “geito” como la agarraba para levantarla…

Nos despedimos de don Alfonso y nos fuimos a otro lado de la isla. Emiliano, se quedó en Arico y yo seguí hacia el museo de Cha´Domitila, donde se decía que había una piedra…

Bullía en mi cabeza historias, hechos aislados que hablaban de distintos hombres que habían intentado superar el desafió que brindaba la Piedra de los Valientes y es que de una manera u otra, desde siempre, el hombre ha venido rindiendo culto a la fuerza… en las islas, a través de la transmisión oral, escuchamos testimonios de hombres que acudían a ganar o perder prestigio ante la piedra de los valientes… una de esas piedras, quizás la mas interesante, quebrada por la embestida de un tractor, reposa en el interior del tinerfeño museo de Cha´Domitila.


MUSEO CHA´DOMITILA

La maltrecha “Piedra de los Valientes”, está rodeada de historias y leyendas; de hombres y nombres que acudieron a ella para levantarla… muchos, lo intentaron; pocos, lo consiguieron…

Reconozco que cuando me abrieron el museo para visitarlo, fui derecho al lugar donde estaba la piedra de los valientes… En cuclillas, la toqué por primera vez…. Sentí el cosquilleo de la emoción y me invadían los recuerdos mientras leía con detenimiento la artesana placa de barro, que como acta notarial, me trasladó a hasta épocas lejanas…

“La piedra de los valientes estaba situada en la montaña de la Corredera, en el camino de Chasna y se utilizaba para desafíos entre guanches. Su peso se calculaba entre 15 ó 20 arrobas” (la arroba oscila entre 11.502 y 12.5 kilos)

Este es uno de los capítulos que he querido mostrar para conocimiento de todos. En la próxima ocasión les hablaré del arado, del levantamiento de arado que popularizó otro Hércules, José Rodríguez Franco “El Faro de Maspalomas” modalidades que hoy están encuadradas dentro del grueso cuaderno del deporte donde han ido a parar para conservarlas.

ALFREDO AYALA OJEDA