domingo, 25 de enero de 2015

GALLOS DE RIÑA, II PARTE

ALFREDO AYALA: “Si no fuera por las riñas, no existirían estos hermosos ejemplares”








El gallo procedente del sudeste asiático, desciende de la gallina roja de la jungla, y rápidamente, se extiende por todo el mundo... El hombre, atraído por tan fieros animales, a la vez que desarrolla toda una beneficiosa investigación por la avicultura, aprovecha el instinto de estos vistosos ejemplares, para que defienda su orgullo.

El casteador, dedica toda la vida a un único objetivo: lograr ese gallo invencible con el que todo criador sueña. Pone atención y conocimientos de años, en cada cruce parece que le va la vida en ello... Observa el comportamiento de los jóvenes pollillos desde que rompen el cascarón y pasan a la incubadora... Selecciona, de la camada, lo que estima mejor. 

En corto plazo de tiempo, los gallos, sueltos en amplios corrales para que se valgan por sí solos, ganan corpulencia y carácter... Delatan .su conducta en cada giro, en cada movimiento, en cada acción... De esa manera, el casteador que vive por y para el gallo, llega al convencimiento del ejemplar que llevara al reñidero...


El depositario de la confianza del casteador es el gallero. El gallero, nace y se modela con el paso de los años. Es el resultado de un ambiente..., de una observación continua, que aprende de los errores, que se funde con el animal...

Desde que el gallero recibe los gallos, todo un ritual se pone en marcha... Desparasitado, para evitar epidemias... atusado para que el gallo este mas fresco y se le vaya curtiendo la piel...intensas jornadas de entrenamientos... Todo ello encaminado a que el gallo, cuando acuda a la valla esté en las mejores condiciones físicas. Es un proceso que se desarrolla casi en la más absoluta soledad. En la valla, usando un engaño, que el gallero denomina "cachiporra", los gallos adquieren picardía, esquiva, veteranía... 

En la casa de gallos, en vísperas del comienzo de la temporada, se procede a la selección de los ejemplares que defenderán al partido. Es el momento de apartar a los gallos adecuados y de descartar a los que no han dado la talla...

Es imposible mantener los gallos, durante toda la temporada de riñas, en perfectas condiciones físicas. Por eso el gallero, cuando alguno está alterado, lo somete a una sesión de relajamiento...

Para ello, dispone unos revolcaderos individuales. Unas jaulas cilíndricas, depositadas en la tierra, en cuyo fondo se extiende una buena capa de estiércol... El gallo, escarba y se revuelca en su afán de encontrar una buena ración de gusanos... Durante la búsqueda, el gallo, picotea, se relaja y olvida su espíritu guerrero...

Viéndolos aquí, revolcándose, distendidos, indiferentes a cuanto les rodea, no dan la impresión de ser esos temibles animales... incluso cuando siente el calor de las manos, el gallo hasta se acurruca en las manos del gallero.

El relajamiento continúa en estos jaulones, en los que los animales quedan expuestos al sol para que se sequen... Si la temperatura es baja, los gallos pasan al salón para evitar enfriamientos. Una vez finalizado el tiempo de relajamiento, el gallero, se esmera en limpiarlos adecuadamente. 

Cuando se acerca la hora de la comida, a los gallos se les trata como atletas de alta competición. Además de una dieta muy estricta, reciben una sobrealimentación rica en calcio y vitaminas que el gallero y su ayudante, preparan cada día.

En un recipiente, amasan zanahorias, almendras, huevos, plátanos... y a todo esto se le añaden unas cucharaditas de calcio y unas tazas pequeñas de gofio. Con estos ingredientes se hace una pella que en el argot gallístico se conoce con el nombre de "amasijo".

Fuera del jaulón, sobre los largos mostradores de cinc se sirve, a criterio del gallero, la adecuada ración...

Mientras los gallos devoran con ansiedad el preparado, los observa uno a uno para ver en que estado se encuentran... Por la noche, para entretener, se le suele dar un poco de verde, alfalfa o unos granos de alpiste. El agua nunca falta en estas dos comidas, pero después de que el gallo, tras unas picadas, vira la cola, se le retira...

Mantener esta tradición es muy caro y exige grandes esfuerzos. Los propietarios de las casas de gallos se las ven y se las desean para cubrir los elevados gastos de la crianza y adiestramiento... El coste mensual se acerca al medio millón de pesetas, sin contar comida, medicinas, agua, etc... Casi a título amistoso se logran algunos ingresos por publicidad, poca cosa... Para el criador todo son pérdidas: la única ganancia se cifra en la satisfacción de ver combatir a su gallo y que la victoria le sonría.

El preparador, aunque lo sabe, pasa por la balanza a cada uno de los ejemplares para confirmar su peso. Si alguno no llega, no hay problema; pero si pesara mas de lo debido, el gallero experimentado tiene recursos suficientes para no perder la riña en la báscula. 

En las peleas casadas, la diferencia, es de una onza, medida británica que aquí, al cambio, se simplifica con el peso de una vieja perra de cobre o una moneda de veinte duros.

Casteador, gallero y gallo, en un silencio roto sólo por el canto de los animales, anotan el peso de los siete ejemplares que mañana acudirán al reñidero... La tensión del momento se refleja en el semblante del casteador y del gallero.
  


FOTO: PACO RIVERO-FIESTAS DE SAN SEBASTIÁN EN GUÍA

Cada uno de los siete gallos elegidos para el primer domingo de riñas, es revisado minuciosamente...


A los gallos que cuentan con espuelas propias, se las rebajan y pulen con un papel de lija fino... Después la espuela muy afilada se limpia con limón...

Uno a uno, a los ejemplares que son de "pata rasa", es decir, que no tienen espuelas, se les colocan unas postizas... Esta operación se hace siempre en vísperas de la riña para que el gallo se vaya acostumbrando... Idéntica operación se realiza con todos aquellos que tienen las espuelas en malas condiciones... Un producto casero, hecho por los propios galleros, sirve para pegar las prótesis.

Las espuelas pueden tener entre los 26 y 37 mm.. Esto no significa regla fija para el gallero que es muy libre de colocarle al gallo la medida que crea conveniente.

El empleo de espuelas, agiliza la lucha y la acorta, impidiendo que la riña se prolongue innecesariamente. Las espuelas deciden de forma rápida quién es el ganador de la pelea.

Cada gallero guarda, en una cajita, distintos tipos de espuelas extraídas de gallos ya desaparecidos. Estas prótesis, meticulosamente preparadas, se adaptan a cada uno de los animales que carecen de ellas, pues las espuelas de acero o navajas, están rigurosamente prohibidas en Canarias...

Con el amigo Antonio Hernández, veterano criador, hablé en sus criaderos… recorrimos sus instalaciones y me contó aspectos, para mi desconocidos y me recordó algunos de los mas famosos castios que marcaron época... 

"Una vez tuve unos gallos que le llamaban los "vinos tinto" que recorrieron casi todas las islas. Fueron unos gallos bastante buenos que llegaron a pelear hasta cinco o seis en un domingo, en una tanda de siete a pelear hasta cinco y seis y ganar casi todos. Tuve, tuve una época que tuve gallos bastante buenos. Tengo de todo, como todos los casteadores, el que saca gallos, saca buenos y saca malos así que también tengo gallos malos. No voy a echarles flores a todos. Pero sobre todo esa época de los "vinos tinto", fue una época gloriosa para mí. Pero no dejo tampoco de reconocer que tanto Domingo Díaz como don Juan Rodríguez, como Antonio Marrero, Argeo Hernández, todos esos señores sean de Telde sean de Arucas han tenido también muy buenos castíos de gallos. Domingo Díaz, por ejemplo, tuvo unos gallos que le llamaban los "Colas largas" que fueron unos gallos extraordinarios y entre todos ha habido siempre gallos buenos... Don José Hernández López, tenía muy buenos gallos, don José Araña tenían también muy buenos gallos. Eso es así. Cuando le toca a uno tener una raza buena pues la tiene. A lo mejor tiene durante un par de años un acierto y después está otro par de años peleando lo que se sale a ver si liga otra vez o no liga..."
Tras acicalarlos y mecerlos, cada uno pasa a ocupar el jaulón asignado. El animal, nada mas tocar el piso, camina de puntillas y observa detenidamente en lugar donde está. Entonces, marca con sus defecaciones, el territorio. Esta conducta del gallo la aprovecha el gallero para que elimine peso en caso necesario... Si el gallo debe recuperar peso, se le pone un poco de agua para que de unas picaditas. 

Los gallos rivales del partido, acuden a la gallera, puntuales a la cita, siguiendo el mismo ritual...

Para evitar infecciones y contagios, los gallos, uno a uno, se limpian, una vez más, cuidadosamente...

El público muestra una gran animación. La gallera vibra con ese calor que solamente se produce al soco de lo auténtico, de lo verdaderamente tradicional y popular, y aunque no son numerosos los aficionados que se dan cita en este primer domingo de riñas, casteadores, preparadores y aficionados, mantienen un ambiente bullicioso y cordial en el que se comentan hazañas gloriosas de otros gallos... de otras épocas. 

Pero, ahora, ha llegado el momento de ver confirmadas sus esperanzas o reservas sobre este o aquel ejemplar... de descubrir el gallo revelación, al campeón indiscutible que todo aficionado espera siempre... Todos han venido a aplaudir al mejor y a saborear la victoria del ejemplar que represente a su partido.

El gallero, acompañado del soltador, saca el primer gallo al reñidero... Los rivales, hacen lo mismo... Esta ceremonia protocolaria continúa manteniéndose inalterables... 

La báscula valida la igualdad de los gallos...

El gallo luce su alta preparación. Camina acompasado, de puntillas, como si de un boxeador estilista se tratara... El posible campeón está ya en el "templo de la verdad", donde se decide la noche o el día... Porque para el gallo de pelea el reñidero es una frágil línea que separa la vida, de la muerte... él parece saberlo y aceptarlo con una altivez y una valentía sin límites...

Como inicio de la temporada, los aficionados, piden para que las riñas, en general, sean buenas... También, es el momento de recuerdos para galleros fallecidos...


El público espera que su ejemplar se alce con la victoria... Los rostros de los aficionados que rodean la valla son el espejo donde se reflejan todos los pormenores, de las riñas. Se diría que los gallos luchan también dentro del corazón de cada aficionado.
  


Los soltadores de uno y otro partido miden los gallos en la pesa... Los encaran... lucen ambos ejemplares su arrogancia y en los continuos revuelos se confunden los colores... Buscan con sus picos fijar el objetivo para clavar sus afiladas espuelas.... Ningún aficionado pestañea para no perder detalle de la riña... Unas riñas suelen ser largas... otras, como en este caso, duran poco menos de un minuto...

Viendo el coraje que desarrollan en la lucha estos gallos, recordamos la cita histórica del general ateniense Temístocles que, ante de la batalla de Salamina, dirigió una alocución destinada a alentar el valor de sus huestes les pregunto si estaban dispuestos a imitar, en defensa de su patria, el encarnizamiento de aquellos gallos, que en la soledad del monte, luchaban a muerte sólo por el placer de vencer.

Volviendo a la realidad del reñidero las peleas de gallos, desde siempre, han despertado sentimientos encontrados. De un lado, la condena que hacen los defensores de los animales; de otro los aficionados que siguen con auténtica devoción el dictado de la costumbre...


Atrás quedaron para el recuerdo aquellos históricos recintos de la calle Santa Bárbara, en la antigua y señorial Vegueta, el solar donde hoy está construido el Cabildo Insular de Gran Canaria, el Circo Cuyas, el Viejo Campo España, el Nuevo Campo España, en Shamann o el campo de fútbol “Pepe Gonçálvez”.

Actualmente, aunque las peleas de gallos no gozan del clamor popular de antaño, podemos decir que galleros y seguidores, cuentan, desde 1.980, con un recinto adecuado para celebrar la temporada de riñas. De esa manera, se ha dado respuesta a la reiterada petición de la amplia familia gallística.

Hoy, las riñas de gallos, costumbre heredada de los ingleses constituyen una de las más antiguas tradiciones de Canarias.

ALFREDO AYALA OJEDA


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