Gregorio, era un guardia único. Gozaba del prestigio y de la
consideración de la gente del pueblo. Él, tenía sus inquietudes y su afán de
superación. Alternaba, su empleo de guardia municipal con los estudios
nocturnos en el Instituto Pérez Galdós, en Tomás Morales…
Numerosas son las anécdotas que se cuentan de Gregorio… pero
vamos primero a situarlo en su puesto de trabajo para entenderlo mejor… Él,
prestaba sus servicios en el cruce de Bravo Murillo con Triana… Estaba subido
en un tacón de unos 40 centímetros de alto desde donde dirigía el tráfico. Era
una época en la que todavía los semáforos, no habían llegado a las islas…
Gregorio era divertido y hacia con gracia y prontitud su
trabajo… pero los lunes, para él, tocaba llenar la quiniela… y lo hacía de una
manera curiosa… aleatoriamente, armaba una carajera con el pito, se bajaba del
tacón y se dirigía a cualquier conductor y lo mandaba a parar… entonces, sacaba
el block del bolsillo y le preguntaba al conductor: ¿Real Madrid- Español? Y el
conductor entre incrédulo y sorprendido le respondía “equis” y así hasta
completar los catorce resultados… Así era Gregorio…en otra ocasión acababa de
llegar por las islas la revolución: “La minifalda” y las muchachillas nuevitas
pues rápidamente se la encasquetaron… las miradas, los suspiros, estaban a la
orden del día… pero Gregorio festejaba el momento de una manera más curiosa…Él,
cuando veía una muchacha vistosa, con minifalda y dispuesta a cruzar la calle,
él paraba el trafico y hacia el gesto a la joven para que cruzara por el paso
de peatones, era como si convirtiera el paso de peatones en una pasarela… y ni
que decir tiene que los colores se le subían a la joven que caminaba con las
piernas temblonas, la felicidad por dentro y la vergüenza por fuera…
Y, cuando se avecinaban las navidades, los conductores y
comerciantes de la zona, se acercaban hasta el lugar donde él dirigía el
tráfico para regalarle algunas botellas de vino, coñac, gallos, cabritos,
turrones…Gregorio era un hombre muy querido, que jamás le faltó el detalle del
pueblo cuando las fiestas se avecinaban.
ALFREDO AYALA OJEDA
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