La humanidad más remota ya consideraba a las ovejas como un
bien superior.
La riqueza de patriarcas y reyes se fundaba sobre la
posesión de ganado lanar. Los dioses recibían sus ofertas en inmolaciones de
corderos. La biblia, premia a los justos multiplicando sus rebaños. Patriarcas,
jueces y reyes hebreos fueron pastores....
Y en verdad es difícil encontrar animal más pacífico,
beneficioso, poco exigente y aprovechable en su totalidad que la oveja: carne,
leche, lana... Poseer un rebaño es llevar consigo una despensa andante.
Es probable que sin el concurso de la oveja, la mayoría de
los pueblos no hubiesen salido de sus bárbaros orígenes y no habría podido
expandirse por el mundo.
Pero los tiempos cambian, y en nombre del progreso, se ha
ido arrinconando al pastor. Hoy, igual que ayer, la sociedad no parece tener en
cuenta al pastor y su mundo, las leyes se hacen en los despachos a muchos
kilómetros de donde están ubicados los pastores. Por tanto considero que, la
existencia del pastor es algo así como un pequeño milagro…
Aún así, en la actualidad los pastores mantienen unas
tradiciones, un carácter, una dignidad y un justo orgullo quien bien puede
representar a todo un pueblo en su identidad y valores más profundos. Por ello,
los pastores canarios son historia viva... Son como el rescoldo de un antiguo
fuego que nadie ha podido apagar nunca.
Así, que, lleno de buena voluntad, con la más sana de mis
intenciones y después de leer algunos tochos sobre el pastor y su mundo quise
saber de ellos, escucharles, acercarme a sus trabajos y celebraciones para
comprobar que la sombra ancestral del pastor canario continúa llena de vida.
Muchas fueron mis idas y venidas a las tierras donde están
establecidos los mayores rebaños de la isla de Gran Canaria… Hice mis visitas y
recorridos en todas las estaciones del año, viviendo con los pastores momentos
de felicidad y esos otros momentos en que se te entristece el alma cuando con
la casa a cuesta hacen los movimientos de ganado desde Pavón hasta los altos de
la Aldea de San Nicolás…A principios de octubre, volví a las inmediaciones de
Pavón, en las cumbres de Gran Canaria. Allí, las ovejas, casi a punto de
empezar a parir, vagaban por las laderas en busca de los últimos matos de
hierba. Ya no había mato para ramonear y escaseaban los pastos… Las ovejas
hacían un considerable esfuerzo por encontrar un bocado para saciar su hambre.
La lana había cobrado su primitivo aspecto de la primavera arropándolas para el
próximo invierno. La lluvia aun no había hecho su aparición por estos pagos y
la altabaquilla, la flor del tiempo, perdida su brillantez, anunciaba la
proximidad de la lluvia.
Los pastores hacen de todo para evitar los movimientos de
ganado hacia otras zonas. Para ello, plantaron grandes extensiones de millo en
las inmediaciones para completar el alimento de sus animales.
Para el mundo cotidiano del pastor canario sólo parece rico
en esfuerzos y problemas. Cuando el pastor se pone en camino para llevar su
ganado hacia los pastos disponibles, carga sobre sus hombros con el sobrepeso
de complejas dificultades.
Más cuando llega San Isidro, el pastor suele echarse la
camisa por fuera y vivir la fiesta con toda la intensidad… Son momentos de ver
los amigos, de hacer acopio de alguna otra cabeza que pueda mejorar su ganado
o, simplemente el momento de vender alguno de sus animales…
Desde temprana hora las reses de la tierra se dan cita en el
fondo del barranco.....Llegan, preferentemente, novillos y vacas desde lejanos
puntos de Gran Canaria a participar en la feria de ganado que, cada año, en
honor de San Isidro, patrono de los labradores, se celebra en San Isidro de
Gáldar. La feria, no es muy numerosa en inscripciones, pero tiene un profundo
arraigo. Aquí se trata el ganado y se admiran las reses del país. Modestísima
es la participación de ejemplares caprinos o lanar. De todas maneras, asisten
ejemplares de consideración. Aquí, en esta feria de San Isidro, se reúnen las
mejores cabezas de la isla, se las exhibe, se las compara. Se cierran unos
tratos con solo un apretón de manos y se apalabran otros...
Sobre mediodía, después de la deliberación del jurado, los
camiones cargan la viva mercancía con destino a sus lugares de origen.
Por la tarde el improvisado recinto ferial ofrece su aspecto
habitual y desolador roto sólo por la presencia de media docena de carneros que
para evitar el fuerte solajero se refugian a la sombra del breve muro del cauce
del barranco. Y, como por arte de magia, empiezan a llegar en todo tipo de
transportes otros atractivos ejemplares. Paralelamente los jóvenes atraídos por
la cornamenta y majestuosidad de estos formidables machos van acudiendo y
buscando acomodo en una de las márgenes del barranco. Saben que va a celebrarse
distintas peleas de carneros que, aquí, para quitarle hierro, reciben el nombre
de "encuentros" y no quieren perdérsela.
El poder de convocatoria de estos encuentros es enorme. No
se anuncia en ningún lado. Es como un gran secreto a voces. Durante muchos años
estuvieron severamente prohibidos, pero hoy, la costumbre vuelve a recuperarse.
Antiguamente, los carneros abundaban por todos los pagos de
la isla. Y el carnero, era algo así como el orgullo de su propietario. Allí
donde había peleas se acudía con estos soberbios machos. Pero los tiempos
modernos va imponiendo nuevos órdenes; los ganados son cada vez más escasos; y
se va diluyendo esa música natural y espontanea de los choques de cornamentas
en disputa de la supremacía de una celosa hembra.
La serena altivez, la grandiosa sencillez, el soberano
orgullo de los pastores que concurren con sus machos al encuentro, lo dicen
todo a las claras acerca de la dignidad sobre la que se sustenta la
personalidad del pastor canario.
Ni un sólo gesto, ni una sola palabra grandilocuente nos
anuncian estos encuentros. Las gentes se van congregando natural y
tranquilamente en el lugar. Los pastores que compitan se irán acercando con sus
mejores animales mejores, a veces con el único macho de que disponen, para la
ocasión. La confianza, el orgullo de presentarse a la pelea con la mejor cabeza
disponible, evita toda palabra previa de alabanza, aquí van a estar los buenos,
los que valen: ya se verá quien resiste al fin.
En otra latitud, en la isla del El Hierro… Los pastores
herreños vienen a celebrar a su virgen: la virgen de los Reyes. Aquella imagen
que ellos veneran con el mayor celo pues es depositaria y testigo de su fe y de
su amor. Desde los más apartados rincones, con la fresquita, allá donde se
hallen, acuden los pastores herreños para estar con su virgen.
Portando sus astias asisten a la misa, y a la breve
procesión que recorre desde la ermita hasta la cueva del Caracol. Chácaras,
pitos y tambores acompasan el baile y el ritmo de la comitiva, sacando al aire
los latidos del corazón herreño que acompaña a su virgencita.
Se recitan loas, (lobas) como se dicen por estos pagos y
nada queda vedado al sentimiento.
En un sencillo verso queda patente el ruego del pastor a la
Santa Señora: no pide mayor prosperidad, pide que aquel sentir tan suyo, aquel
carácter y aquella dignidad heredada y sostenida de siglos, que el orgullo que
significa su antiguo y noble oficio nunca se acabe: ellos quieren seguir siendo
pastores.
Carmen, poetisa de Sabinosa, nos recitó esta sentida loa…
"Hoy he vuelto a la Dehesa
y tu fiesta celebramos
permíteme virgencita
que yo recuerde el pasado.
Recuerdos de mucho tiempo
pero que yo no he olvidado
la vida de los pastores
que ya no están a tu lado
Aquí vivían en cuevas
durante todo el verano
porque era el único medio
de mantener su ganado
Pastores que ya no están
pero sus hijos quedamos
con el amor a María
que siempre nos enseñaron
Dile a nuestra juventud
hoy que tienen todo a mano
lo que pasaba un pastor
para conseguir un majo
Y para venir a las Juntas
y darle vuelta al ganado
en algunas ocasiones
pedían el gofio prestado
No permitas madrecita
tú que todo has contemplado
que se pierdan las costumbres
que ellos nos han legado
Que se respete el vecino
que se quieran los hermanos
que se vuelva a compartir
el "puño" de higos pasados
Que no se acabe el pastor
con su talega y su palo
que no se acabe el pastor
aunque se pierda el ganado
Que el 25 de abril
como voto muy sagrado
no dejemos de venir
a encontrarnos a su lado…”
El treinta de mayo, día de Canarias: no podía haber otra
fecha mejor elegida para celebrar la llamada "fiesta de la lana". El
símbolo de pastor, su mundo y todas las variadas industrias que giran en su
entorno, son fiel representación de la historia de Canarias en su fundamento.
Pues del pastor aborigen mismo parte el carácter distintivo, singular y propio
de estas islas...
Esta fiesta de la lana se celebra en la localidad
grancanaria de El Caidero. El Campo de fútbol se convierte en inmenso redil y
espacio abierto donde se exhiben todas las actividades propias y relacionadas
con el pastoreo: se ordeña, se trasquila, se devana el vellón, se hila, se
confeccionan las prendas tradicionales.... Todo a la vieja usanza.
Tanta fuerza tiene esta feria que es casi como tomarle el
pulso al pastoreo canario y comprobar su buena salud.
ALFREDO AYALA OJEDA
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