VICTOR DÍAZ, “ES LA FIESTA”
Carnaval, San Miguel de La Palma… La isla verde, isla
bonita, isla siempre por conocer completamente. Isla para la que no es fácil
hallar adjetivo, por elogioso que resulte, justo… La isla de La Palma más que
para las palabras lo es para el sentimiento. ¿Cómo, entonces, con tanta
exclusividad, su carnaval no habría de ser también único?
Hablar del carnaval es hacerlo de cómo un pueblo vive y
expresa, en gran medida, su personalidad sin trampa ni cartón; libre,
gozosamente libre, sin querer parecerse a nadie ni ocultarse ante nadie. En
esta libertad para mostrarse radica sin lugar a dudas la extraordinaria
personalidad del carnaval palmero.
Lunes de carnaval, Santa Cruz de la Palma se despierta para
ofrecernos, un festejo propio, nacido del puro sentimiento popular, sin
imitaciones; pero también inimitable. Lunes de carnaval, “lunes de indianos”.
Pero haciendo un poco de historia para situar al lector
debemos decir que hace años, cuando el abandono y el olvido seguían cebándose
en la isla, el único horizonte menos amenazador era emigrar: cruzar el mar;
buscar fortuna, tratar de hacer las Américas… y así fue como La Palma y Cuba
llegaron a hermanarse con lazo indestructible.
Dejar la isla, tal vez por mucho tiempo, sacrificarse al
límite, pero siempre con una sola idea: poder volver algún día con una gran
fortuna, triunfador; ser respetado y admirado por todos… Demostrar con
ostentación una valía y un poder envidiables: eran los indianos, el reducido
grupo de los vencedores, que regresaban para mostrar su exitosa aventura
ultramarina. Y volvían con aires, vestidos y maneras adoptadas del universo
caribeño donde había alcanzado la fortuna.
Tanta ostentación y en algunos casos tal vez excesivo
pavoneo, no podía escapar al sano y agudo humor, a la peculiar sátira del
isleño.
Las relaciones entre La Palma y Cuba eran muy intensas:
afilados veleros, impetuosos vapores cruzaban el Atlántico, varias veces al mes
para enlazar ambas islas. Constante ir y venir pero no todos los pasajeros del
regreso eran indianos… El indiano fue pronto parte del mito. Un personaje
convertido en motivación para los más decididos. El indiano era un status muy
difícil de alcanzar, casi rozaba la leyenda… Había mucho emigrante que nunca
regresaba de su escala de sueño del aro tropical… y así pudo pasarse de la
leyenda a la bien intencionada caricatura, a la limpia sátira, al sano humor, a
la ingeniosa y exagerada parodia… En carnaval, la isla se decide a recibir en
tono de chanza el regreso de los indianos, fabuloso personaje arrastrando
baúles y maletas que rebosan dinero, ataviados con rebuscada elegancia
habanera, puro humeante o no gigantesco en boca, rodeado de exotismo y tics
caribeños, así que es de justicia, homenajearlos y recibirlos.
Con exquisita ironía, se acoge popular y multitudinariamente
a los indianos: se sabe que no es oro todo cuanto reluce. Esperanzas, sueños,
sacrificios, desengaños, fortuna… pero al fin todos regresados y unidos en la
propia tierra: el sueño y la realidad del indiano se ha cumplido.
Hay que celebrar por todo lo alto este regreso. Este día,
este lunes ya todos somos indianos. Los indianos desembarcan con todos sus
atributos de éxito y riqueza bien a la vista: traje blanco de pies a cabeza,
inmenso veguero entre los labios: ellas, vaporosos vestidos de blanco impoluto,
de época, tocadas con pareja protegiéndose con sombrilla de una imaginaria y
cruel solajera… Les acompaña una servidumbre de morenos porteadores que
custodian por un igual tesoros y aves tropicales… y todo animado por ritmo y
melodías del más puro gusto cubano: son, guajiras, rumbas, habaneras…
Ya en marcha, indianos y recibimiento se encaminan al
Ayuntamiento para ser oficialmente recibidos. Pero un personaje singular, una
representación máxima, como si dijéramos un embajador plenipotenciario del
sueño y las ilusiones que ofrece Cuba al presunto aprendiz de indiano, se ha
anticipado a la comitiva… ha llegado primero y se ha instalado en el atrio del
Ayuntamiento, como para lanzar desde allí el volador, el pistoletazo de salida
de la fiesta. Ese personaje único es la negra Tomasa.
La Negra Tomasa, me dedicó esta foto cuando le hacía un
documental para la Televisión Canaria.
La negra Tomasa, protagonista de una conocida canción,
encarna aquí la quinta esencia de ese ultramar caribeño de esa cuba que aguarda
al indiano para tornarle rico y poderoso. La negra Tomasa y su exagerada corte
rumbera, hipertropical y jacarandosa al límite, llega al Ayuntamiento en una no
menos sofisticada guagua antigua o a pie, rescatada con estupendo acierto de la
casi pérdida de memoria propia de estos tiempos.
La negra Tomasa llega para mostrar su exuberante vitalidad,
su gracia provocadora, su insuperable desparpajo, su increíble, burla burlando,
arte del baile y del ritmo más vivo… Llega enfundada, bajo increíbles aceites y
alambicados ropajes de suprema parodia: encajes, blondas, pamela increíble… es
la negra Tomasa como la encarnación de un sueño irresistible, el sueño indiano
por la supuesta isla de promisión, toda fortuna y felicidad: la Cuba soñada que
la negra Tomasa representa este día.
La negra Tomasa representa a la negra mulata de sueños
prohibidos… retrata una época de esplendor en la isla, que al soco del cultivo
de la caña de azúcar, la gente se mezcló con personas venidas a trabajar en La
Palma… Así, llegó el ritmo, el color… Por eso, todo lo que baila gesticula o se
contonea la Negra Tomasa no resulta extraña para los palmeros…
Es lunes indiano, ya todos somos indianos. El uniforme
obligado, de blanco riguroso, pronto va a ser reforzado: este es uno de los
exclusivos aportes del carnaval palmero: la interminable, inclemente, incesante
hasta el agotamiento, batalla de los polvos de talco. Toda persona, calles,
coches… Todo cuanto se ponga o se halle al alcance de los combatientes se
cubrirá hasta el emplasto con la nube blanca del talco que unos y otros lanzan
literalmente en cantidades industriales.
Pero ¿de dónde viene esta singular manera de festejar el
carnaval? se dice que en el siglo XIX, un barco dejó en el muelle su cargamento
de harina pasada y que el pueblo lo uso para la broma; otros opinan que la
costumbre llegó de Cuba, donde ciertos ritos africanos tiñen de blanco a sus
seguidores. Incluso hay quienes quieren encontrar sus raíces en la Castilla del
siglo XIV. Nada se afirma con absoluta certeza, lo cierto es que el blanco de
los polvos uniforma a la multitud por completo con el blanco y tradicional
uniforme indiano.
Y la negra Tomasa, personaje inventado por el amigo Víctor
Díaz, también popularmente conocido, como “Sosó” con su genial aportación a esta
fiesta única, encarna una vez más el sueño y la imaginación del indiano, de
cuanto quisiera traer, trae o dice de su cubana aventura.
Pero ¿quién es la persona, el cuerpo y el espíritu que dota
al personaje de tantísima vitalidad y expresión, de tanta verdad? ¿Son personas
y personaje, casi, casi, una misma identidad?
¿Cómo se puede vivir con tan gran convicción a este
fantástico personaje?
Si los indianos son en este extraordinario lunes de
carnaval, el pueblo mismo de Santa Cruz de La Palma, la negra Tomasa es, en
carne, hueso y alma Víctor Díaz. Acercarnos a él, es conocer más y mejor a la
negra Tomasa, a su maravilloso sentido de esta fiesta. Víctor vive la fiesta
desde su raíz; por así decirlo desde su paciente y concienzudo laboratorio de
fantasía.
Nada de esto es extraño, Sosó es la fiesta: no representa a
la fiesta: él mismo es la pura fiesta. Durante muchos años ha transformado
parte de esa maravilla de gracia, ironía y poesía, alma canaria regalada al
mismo, que es el baile de los enanos, que excepcionalmente, en las fiestas
lustrales, nos brinda La Palma. Sosó, ha expresado al límite su sensibilidad
bailando esta polca mágica durante casi tres décadas… pero su fuerza y su don
le permiten todavía ir en cabeza de otras muchas celebraciones: Sosó abre las
grandes fiestas como si empujase la proa de un poderoso barco: porta el
mascarón, (papagüevo) la luna de Valencia ese perfil provocador, libre de
perjuicios que promete jornadas de alegre libertad… Sosó encarna la fiesta; su
vitalidad sus grandes y variados matices de carácter, su don para el baile, de
parodia, de teatralidad, se complementan y afirman con su experiencia personal,
porque también Sosó sabe que la fiesta compensa de una dura vida, cotidiana y
laboriosa. Su creación de la negra Tomasa tiene un origen vivido. Sosó, conoce
de largos, de interminables esperas, de paciente trabajo frente a un horizonte
desierto por el que, sin embargo, un buen día aparecerá un velero de ensueño,
el barco de regreso portando felicidad y fortuna, los sueños cumplidos…
La negra Tomasa, Víctor Díaz, el hombre, bailó de enano, la
Luna de Valencia, Sosó, sabe de idas y venidas, de buenos y amargos regresos,
de ausencias y de apasionados encuentros en su época de guarda muelle… por eso
Sosó sabe de ese ir y volver del indiano, que amparado en el lema que atrajo a
la emigración a América: “cinco años y una fortuna”. Por eso el indiano es cosa
seria, cosa propia de la isla… de ahí el notable esfuerzo de todo un pueblo,
que participa en esta parodia exagerada, para convertir los finales del
esfuerzo de la página de la emigración, con esta grandísima fiesta, que es
tanto como endulzar con gracia y fina ironía, la historia de un pueblo…
ALFREDO AYALA OJEDA
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