Riquísimo y diverso es nuestro patrimonio. Sin embargo, nuestra tolerancia, nuestro continuo dejar hacer nos ha llevado a la situación actual. No sabemos – mejor dicho nos encojemos- cuando con contundencia debemos dar un puñetazo sobre la mesa en señal de protesta.
Pero en honrosas ocasiones, nuestra socarronería, la férrea voluntad de un pueblo, se engalla, saca pecho y da justa réplica a imposiciones que no toleramos… Son caprichos de lo cotidiano contra los que te revelas esgrimiendo el arma de la voz, la música o la palabra… Voy referirme a dos anotaciones – son muchísimas más - que hace unos días estuve repasando… Tiene, el primer apunte, el escenario de la romería de San Benito, en la Laguna. Comenzaba su andadura los años sesenta. Recién, nombrado por su Santidad el Papa Juan XXIII, había llegado a Tenerife, el nuevo Obispo de la Diósesis Nivariense: Luis Franco Gascón. Don Luis, había sido confesor de doña Carmen Polo. Venía, el flamante el Obispo con la idea firme de levantar un grueso muro entre lo religioso y lo pagano. El Obispo, - voy a emplear el pliego de descargo de que estaba, seguramente, mal aconsejado -, no cayó en la cuenta que una cosa sin la otra, no podía existir. Empecinado, sin querer recular, se metió en la aventura de declarar incompatible a San Benito con la romería, con el baile, con los cantos, con el jolgorio… Ante tanto despropósito la voz como reguero de polvora corrío veloz traspasando los límites laguneros. El mensaje del Obispo era contundente: O PROCESION O ROMERÍA. Alguien debió advertirle de la que se le avecinaba y el santo salió y para no dar el brazo a torcer, San Benito salió sólo sin el acompañamiento del Cura-Párroco de la Concepción…Mientras este despropósito del Obispo fermentaba una copla de isa, en señal de protesta, decía así:
SAN BENITO SI ERES MACHO
DEMUESTRA TU VALENTIA
MANDA AL OBISPO AL CARAJO
Y VENTE A LA ROMERÍA
Y el estribillo contestaba:
EL OBISPO NO QUIERE QUE SE HAGAN BAILES
PUES SE HABRÁ FIGURADO QUE SOMOS FRAILES.
Nota: este desafortunado relato recuerdo que me lo contó Julio Fajardo mientras esperábamos el comienzo de la grabación de La Bodega de Julián. El siguiente, aunque lo había leído en una publicación de Isaac Viera, Benito Cabrera, en una de sus múltiples publicaciones, hace amplia referencia. Lo retomó por ser el Baile del Niño, una de nuestras joyas folclóricas:
La iglesia como institución ha reaccionado de diferentes maneras ante este tipo de manifestaciones, prohibiéndolas en algunas ocasiones y sepultando así tradiciones ancestrales de nuestro folclore. En el pueblo de Femés, los feligreses solían propinar sonoros silbidos en el momento del nacimiento del Niño, durante la celebración de la Misa del Gallo. Sin embargo, a comienzos de siglo, al nuevo párroco del pueblo se le antojó que no era aquella una costumbre "decorosa" ni digna de ser ejecutada en un templo, con lo que la prohibió pese a las quejas de los vecinos. Fue tanto su empecinamiento, que no dudó en emplear métodos drásticos para lograr su empeño, de tal suerte que cuando uno de los insumisos feligreses intentó -durante el "besapiés"- entonar su silbido, no dudó el citado cura en destrozar la imagen del niño, espetándola en la cabeza del pobre aldeano. Isaac Viera recoge esta anécdota, aunque también fue trasmitida oralmente, siendo muchos los ancianos de la isla que aún recuerdan la copla que algún anónimo le dedicó al agresivo párroco:
Al niño recién "nacío"
le dio muerte el señor cura
por mor de la calentura
que cogió con el "silbío".
ALFREDO AYALA OJEDA
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